La perspectiva de género en la corriente ultra realista: ¿posibilidad dialógica?

AutorAriadna Margalef - Victoria Chacón
Páginas99-133
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LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN
LA CORRIENTE ULTRA REALISTA:
¿POSIBILIDAD DIALÓGICA?
Ariadna Margalef Colomé
Colectivo Social de Investigación Transformativa
Victoria Chacón Chamorro
Universidad Pablo de Olavide
EL FEMINISMO COMO MOVIMIENTO NEOLIBERAL. CRÍTICA DEL
ULTRA-REALISMO
El feminismo es uno de los movimientos sociales más criticados desde
sus inicios, tanto desde fuera como desde dentro del mismo. Una crítica
a la perspectiva de género que también se ha dado dentro de la corriente
ultra realista a través, especialmente, de Hall y Winlow (2015). Es por
ello que, a través de su obra, en las siguientes líneas iremos exponiendo
dichas críticas para repensar sobre la visión ultra realista del feminismo,
presentando el estado actual del movimiento desde el punto de vista de
las autoras.
Pacto con el diablo: la mercantilización del feminismo
Una de las principales críticas que presentan dichos autores es la
mercantilización del feminismo. Es decir, argumentan que, al igual que
la Academia, el feminismo se ha vendido a los intereses del mercado.
Es cierto que los intereses mercadotécnicos se han interpuesto a los del
movimiento propio, pero siempre y cuando se hable de un feminismo
concreto; el feminismo hegemónico. Siguiendo a Medina (2013),
entendemos por este al pensamiento feminista que no considera la
existencia de luchas feministas más allá de los marcos epistemológicos
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Impuestas al resto del mundo por la quinta ideología eurocéntrica, el
colonialismo. También se incluye a aquellas corrientes feministas líderes
del mainstream de género, representadas en los ámbitos institucionales
bajo “las políticas de igualdad de género” que consideran universales y
universalizables.
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ARIADNA MARGALEF COLOMÉ | VICTORIA CHACÓN CHAMORRO
No se puede obviar que el feminismo ha caído en una popularización
a manos del sistema neoliberal (Banet-Weiser, 2018). Sin embargo, el
movimiento no puede ser reducido únicamente a ello, olvidando sus
siglos de historia en pro a la igualdad entre mujeres y hombres y su
compromiso con una transformación social real y efectiva. Más aún,
teniendo en cuenta el continuo debate interno que interpreta esta vertiente
neoliberal como aliada o herramienta del sistema patriarcal opresor tras
una aparente sensación de libertad de decisión derivada de un acuciado
individualismo (Medina-Vicent, Reverter-Bañón & Strazzerti, 2019, p. 9).
Esto, junto a otros factores, es lo que provoca que desde la tercera ola del
feminismo se comenzara a hablar desde la pluralidad. Pues se piensa que
parte del movimiento ha caído en su propia crítica, al reproducir el sesgo
androcéntrico de priorización de los intereses económicos y políticos de
un colectivo concreto.
Además, el androcentrismo no es el único elemento de crítica, sino que
esta línea neoliberal del movimiento reproduce los patrones hegemónicos
de occidente y, por ende, patrones de discriminación, no solo hacia el
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feminismo: persona blanca, occidental y clase media-alta. Es ahí cuando
hablamos de lo que se conoce como feminismos periféricos (Medina,
2013). Estos, ya no solo incluyen todas las corrientes feministas que
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joven, sin discapacidad y de clase media) y que representen a los colectivos
tradicionalmente subalternizados, sino que mediante el rechazo de la
división en dos categorías homogéneas (hombres y mujeres), asumen
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(Rodríguez, 2011).
Precisamente por eso, se reconoce que los feminismos periféricos han
tenido y tienen un papel central en el cuestionamiento de los límites
del pensamiento feminista eurocéntrico y su dimensión epistémica
colonial (Medina, 2014). Un cuestionamiento desde los sesgos racistas,
clasistas, heterosexuales, etc. que, aunque imprescindible, se reconoce
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hegemónico. Tal y como Cubillos (2015) expone, “a pesar de haber revisado
epistemológicamente los presupuestos de la Razón Universal y evidenciar
la crisis del sujeto y los meta-relatos masculinos y eurocéntricos, no se
ha liberado totalmente de las lógicas masculinas y eurocéntricas.”
Si bien pareciere que hemos hecho una exposición demasiado extensa,
esta más allá de ser necesaria para la argumentación a la crítica de la
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las autoras.
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Dicho esto, entendemos que es en este rechazo a dicho feminismo
hegemónico donde el movimiento feminista podría entenderse con el
Ultra-Realismo. Es decir, interpretamos que lo que se rechaza no es
el movimiento feminista per se, sino la mercantilización que lleva a la
transformación de este como un instrumento de poder dominante,
dogmático y exclusivo (Raymen & Kuldova, 2020).
De esta forma, ya no solo asumimos la crítica de la mercantilización
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que profundizaremos en el apartado 4: la sobreexplotación del estudio de
la violencia de género y la apropiación de los procesos de exclusión social.
La masculinidad tradicional como panacea explicativa de la brecha
de género delictiva
Más allá de la mercantilización del movimiento reconocida, una de las
criticas centrales de la corriente ultra realista versa sobre la utilización
de la masculinidad tradicional como explicación de la criminalidad, en
especial, de la brecha de género delictiva (Hall & Winlow, 2015). Según
estos autores la masculinidad tradicional se consolida dentro de la
Criminología feminista como la panacea explicativa del delito. Es cierto,
haciendo un ejercicio de autocrítica, que los roles y estereotipos de género
marcados por los modelos de masculinidad y feminidad tradicional han
sustentado, y siguen haciéndolo, el argumentario de las diferencias
delictivas inter-géneros. Esto, quizás, ha hecho que parte de la corriente
criminológica feminista haya caído en una espiral explicativa En la cual
se ha establecido una teoría generalizada que nos ha hecho minimizar
otros elementos y “seleccionar” los estadísticos del delito ad hoc.
Sin embargo, no entendemos que ésta se haya establecido desde
una perspectiva mono-causal, sino más bien para incorporar ese marco
contextual más amplio que, desde el Ultra-Realismo se instaura a través
del sistema económico. Raymen y Kuldova (2020) reconocen que la
política económica es interpretada por dicha corriente como uno de los
contextos principales, que no causas. Es por eso, que no entendemos por
qué no resulta igual de legítimo en términos de validez analítica que el
género se incorpore también como contexto principal.
Es más, los mismos Hall y Winlow (2015, p. 59) en este argumentario
contra la masculinidad tradicional como variable explicativa exponen
que,
[…]cuando Messerschmidt argumenta la línea estándar de que el género
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predictores del crimen violento, esto se aplica solo a un número pequeño

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