Las virtudes de las reglas y sus límites. Una discusión con Francisco Laporta

AutorJuan Ruiz Manero
Cargo del AutorCatedrático de Filosofía del Derecho, Universidad de Alicante
Páginas183-200
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LAS VIRTUDES DE LAS REGLAS Y SUS LÍMITES. UNA DISCUSIÓN CON FRANCISCO LAPORTA
LAS VIRTUDES DE LAS REGLAS Y SUS LÍMITES.
UNA DISCUSIÓN CON FRANCISCO LAPORTA
Juan Ruiz Manero
I
Francisco Laporta examina, en su texto Certeza y predeci-
bilidad de las relaciones jurídicas (Laporta, 2008), tres factores
de riesgo para la certeza y la predecibilidad de las relaciones
y de las decisiones jurídicas. El primero de ellos es lo que
él califica de “una exagerada apelación a los principios”; el
segundo, la influencia de posiciones escépticas en materia de
conocimiento de los hechos; el tercero, la deriva de una parte
de la cultura jurídica hacia el particularismo.
Por lo que respecta a los dos últimos, mi acuerdo con
Laporta es completo. En cuanto al escepticismo en materia
de hechos, yo ni siquiera concedería, como hace Laporta,
que parta de alguna afirmación “muy sólida en términos
de la moderna filosofía de la ciencia”. Creo que, cuando no
se trata sin más, como indica también el propio Laporta,
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JUAN RUIZ MANERO
de la jerigonza propia de la llamada postmodernidad, los
puntos de partida de tal escepticismo no están constituidos
por ningún conocimiento sólido de la filosofía de la ciencia
contemporánea, sino más bien por una lectura apresurada
y confusa de algunos textos de esta disciplina. Y por lo que
hace al particularismo, suscribo al ciento por ciento las con-
sideraciones de Laporta, y tan sólo añadiría, con Juan Carlos
Bayón, que una doctrina que rechaza “la idea esencial de que
la justificación implica una inferencia a partir de una pauta
general apropiada” no dispone de “una respuesta convincente
a la pregunta de cómo es que una ‘decisión acerca del caso
concreto’ puede verdaderamente no ser arbitraria” (Bayón,
2003, p. 305).
De forma que voy a limitarme aquí a comentar el primero
de los puntos señalados por Laporta, esto es, lo que él consi-
dera “exagerada apelación a los principios”. Y también en este
terreno debo manifestar que estoy básicamente de acuerdo
con casi todo lo que Laporta dice. Mis discrepancias de alguna
entidad con Laporta obedecen más bien a lo que éste no dice
en su texto. Es decir, a mi juicio, el texto de Laporta expone
impecablemente uno de los lados del asunto. Tan impecable-
mente que, por lo que respecta a ese lado, yo básicamente no
tengo nada que añadir o que corregir. Pero el asunto tiene, a
mi juicio, otro lado, de forma que por impecable que sea la
exposición de uno de ellos, si no se expone el otro, la imagen
resultante aparece como inevitablemente distorsionada. Por
utilizar una metáfora, viene a ser algo así como si Laporta
nos ofreciera una exposición brillantísima de la historia de las
rivalidades franco-prusianas, pero lo hiciera exclusivamente
desde el punto de vista, digamos, berlinés; convendrán ustedes
en que tener en cuenta el punto de vista, digamos, de París,
es imprescindible para ofrecer una visión equilibrada de la

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