¿Por qué la expresión debe ser libre?

AutorRonald Dworkin
Páginas237-260
237
8
¿Por qué la expresión debe ser libre?
Estados Unidos se destaca, aun entre otras democracias, por el grado ex-
traordinario en el que su Constitución protege la libertad de expresión y la
libertad de prensa, y la gran decisión a la que en 1964 arribó la Corte Suprema
en New York Times vs. Sullivan constituye un elemento central en ese esquema
constitucional de protección1. La Primera Enmienda de la Constitución prevé
que el gobierno no puede “sancionar ninguna ley… limitando la libertad de
expresión o de prensa”. En Sullivan, la Corte dijo que un funcionario público
no puede obtener un veredicto favorable en una demanda por difamación contra
la prensa a menos que demuestre no sólo que alguna declaración sobre él haya
sido falsa y perjudicial, sino que haya sido realizada con “real malicia” —que los
periodistas que la formularon no sólo hayan obrado con descuido o negligencia
al investigar su historia, sino que la hayan publicado o bien sabiendo que era
falsa, o bien con “desprecio temerario” sobre si lo era—. La decisión impuso
esa fuerte carga probatoria solamente sobre los funcionarios públicos; dejó a los
particulares en libertad de solicitar indemnizaciones por daños en conformidad
con el Derecho de cada Estado, el cual tradicionalmente permite que los de-
mandantes ganen un caso con sólo demostrar que las declaraciones sobre ellos
son falsas o perjudiciales.
1 376 U.S. 254 (1964)
RONALD DWORKIN
238
La decisión de la Corte le otorgó a la prensa la libertad de investigar e informar
noticias sin el escalofriante temor de que un jurado pudiera ampararse en un error
de hecho o en alguna omisión periodística para dictar un veredicto difamatorio
capaz de dejar en bancarrota a la publicación. La regla Sullivan ha hecho que la
prensa norteamericana sea menos cauta a la hora de criticar a los funcionarios
públicos de lo que los periodistas tienden a ser en Gran Bretaña, por ejemplo, en
donde las guras públicas comúnmente demandan a los periódicos y obtienen
veredictos favorables en contra de ellos2. Si la Corte no hubiera adoptado algo
similar a la regla Sullivan, sería dudoso que investigaciones como las de Watergate
u otras similares hubieran sido posibles. Pero como Anthony Lewis deja en claro
en Make No Law, su fascinante libro sobre el caso, la decisión ha tenido una im-
portancia aún mayor, debido a que el Juez Brennan, en su opinión para la Corte,
redenió las premisas de la Primera Enmienda en términos que afectaron no solo
al Derecho en torno a la difamación, sino el de la misma Primera Enmienda de una
manera mucho más amplia. Aunque luego argüiré que esta redenición, vista en
retrospectiva, no alcanzó a ser todo lo exitosa que hubiera podido ser, la opinión
de Brennan constituye el basamento moderno del Derecho estadounidense en
torno a la libertad de expresión.
El 29 de marzo de 1960, el New York Times publicó un anuncio de toda una
página titulado “Heed eir Rising Voices”, que describía el tratamiento dado por la
policía de Alabama a un grupo de escolares de raza negra que estaban protestando.
El anuncio contenía algunos errores de hecho. Decía que los estudiantes en Mont-
gomery habían sido expulsados de la escuela luego de cantar “My Country ‘Tis of
ee” sobre las escalinatas del capitolio estatal, aunque ellos realmente habían sido
expulsados por una sentada en la parrilla del palacio de justicia; y también decía
que se había bloqueado su ingreso al salón comedor para “obligarlos por medio del
hambre a que se sometieran”, lo que aparentemente no era cierto. L. B. Sullivan,
un comisionado de la ciudad de Montgomery a cargo de la policía, sostuvo que el
anuncio podía interpretarse en tono crítico hacia su persona, aunque él no fuera
mencionado en el mismo, lo cual dañaría su reputación. Él demandó al Times
ante un tribunal de Alabama. Luego de un juicio en el que el juez ordenó que las
personas se sentaran en el recinto de manera segregada, y en el que alabó la “justicia
del hombre blanco” traída al país por la “raza anglosajona”, un jurado compuesto
2 En una sorprendente decisión, el 15 de abril de 1992, Shirley Fingerhood, jueza del del Tribunal
Supremo del Estado de Nueva York en Manhattan, se negó a aplicar una sentencia por difamación
dictada en Gran Bretaña en contra de un servicio de noticias de Nueva York con el argumento de
que aplicar una sentencia extranjera dictada bajo una legislación que carece de las protecciones de
la Primera Enmienda disminuiría la libertad de prensa aquí en los Estados Unidos. Si la decisión se
conrma, ella incrementará de manera sustantiva la libertad de las publicaciones estadounidenses
que son distribuidas en el extranjero.

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR