La autopsia del propio Bork

AutorRonald Dworkin
Páginas343-363
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La autopsia del propio Bork
Aunque ya me haya explayado en otro lugar acerca de las teorías constitucionales
de Robert Bork1, he aceptado reseñar e Tempting America2 debido a que
allí él desarrolla lo que llama la tesis de la “comprensión original” en una forma
más completa y reveladora de lo que antes lo había intentado. Es poco probable
que esa tesis alcance a recuperarse a partir de esta nueva defensa, por lo que su
libro podría resultar, justamente por esa razón, un evento importante. Bork tam-
bién argumenta que el Derecho debe ser una cuestión de sentido común, y que
el orecimiento de la teoría jurídica académica, lejos de ser un signo de la salud
y vitalidad del Derecho, constituye más bien un síntoma de su decadencia. Esa
constituye una armación de valor independiente, sobre la cual aquí realizaré unos
breves comentarios.
Primero quisiera plantear una protesta pendiente. Entre otras cosas, Bork pre-
tende que su libro persuada al público estadounidense de que la opinión negativa
que mucha gente se ha formado de él durante las infructuosas audiencias de su
nominación fue el resultado de mentiras deliberadas y simplicaciones crudas e
1 Véanse los Capítulos 12 y 13.
2 Robery H. Bork, e Tempting of America: e Political Seduction of the Law (Macmillan, 1990).
Todas las referencias entre paréntesis que aparecen tanto en el texto como en las notas corresponden
a páginas de este libro.
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indignantes, y que él no es, como sostuvieron quienes se movilizaron en su con-
tra, un racista, un fanático o un loco. Espero que la popularidad del libro señale
su éxito en ese sentido. No hay dudas de que Bork fue víctima de distorsiones
indignantes y argumentos falaces y circulares. No creo que estas tergiversaciones
hayan jugado un rol tan importante en su derrota como él cree que lo hicieron.
Bork fue derrotado fundamentalmente porque desaó un estilo de interpretar la
Constitución que se ha vuelto parte de la tradición política de los Estados Unidos,
una tradición que el público, para su sorpresa, en gran medida apoya. De cualquier
modo, seguramente él está justicado en tratar de redimir su reputación pública.
El propio Bork, sin embargo, ha hecho una carrera de acusaciones manies-
tamente injustas en contra de quienes discrepan con sus puntos de vista, y en este
libro sus acusaciones se vuelven incluso más estridentes y mendaces. Él quiere
persuadir al público para que no lo vean como un frustrado candidato a la Corte
Suprema, sino como un mártir en una guerra patriótica en contra de enemigos
intrigantes y poderosos de la democracia. Estos supuestos enemigos son profesores
de derecho que, sabiendo que la Constitución no resiste los diseños igualitarios
que ellos prevén para los Estados Unidos, producen teorías insidiosas destinadas
a engañar a los jueces para que abandonen la Constitución real y la reemplacen
por una diferente, inventada por los mismos profesores3.
Resulta deprimente que la ansiedad de Bork por el martirio lo conduzca a
inventar fantasías que le permitan alcanzarlo. Pero resulta simplemente intolerable
que, en su afán de redención, deba acusar a una porción signicativa de la academia
jurídica de comportarse como embaucadores y cínicos dispuestos a lograr resul-
tados a cualquier costo. “Las profesiones y disciplinas académicas que alguna vez
tuvieron una vida y estructura consolidadas paulatinamente han sucumbido”, nos
dice, “o completamente en algunos casos, a la creencia de que nada importa más
allá de que los resultados políticamente deseables, como sea se obtengan… Esta-
mos próximos a negar que algo realmente importe, como la lógica, la objetividad
o incluso la honestidad intelectual, si cualquiera de estos elementos obstaculiza la
obtención del objetivo político ‘correcto’” (p. 1).
Continúa: “La contienda en torno a mi nominación simplemente fue una
batalla en esta guerra de largo alcance por el control de nuestra cultura jurídica” (p.
2). “Las fuerzas que doblegarán el Derecho, transformándolo en un instrumento
manso al servicio de un interés político particular, están a medio camino de una
larga marcha a través de nuestras instituciones. Ellas han invadido a numerosas
3 Vale la pena señalar, ya sea a modo de apoyo o explicación de la teoría conspirativa de Bork, que
casi el 40 por ciento de los profesores de Derecho de los Estados Unidos rmaron una petición
oponiéndose a su conrmación. Kenneth B. Noble, “Bork Panel Ends Hearings”, New York Times,
b9 (1 de Octubre de 1987).

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