Razonamiento ético

AutorStephen Toulmin - Richard Rieke - Allan Janik
Páginas559-600
Capítulo 30
Razonamiento ético
Como ilustración final de nuestro método de análisis, nos fija-
remos en la naturaleza y las funciones del razonamiento ético. Este
tema es demasiado amplio como para que podamos ocuparnos de él
exhaustivamente aquí. También ha sido tradicionalmente un tema
polémico: la gente suele sostener sus opiniones éticas con fuerza
y ardor, y los desacuerdos éticos generan algo más que diferencias
intelectuales.
Además, las cuestiones éticas mismas surgen en muchos tipos
muy diferentes de situaciones, así que sería una tarea laboriosa de-
terminar todos los tipos diferentes de ocasiones que existen para la
discusión ética y todos los diferentes procedimientos que empleamos
para mediar y resolver esas disputas de manera razonable. Aun así,
pueden decirse muchas cosas para comparar el razonamiento ético
con los demás tipos de razonamiento y argumentación que hemos
estado viendo en los últimos cuatro capítulos.
LAS OCASIONES PARA EL DEBATE ÉTICO
¿En qué circunstancias surgen las cuestiones “éticas”, ya sea sobre
una decisión, una acción, una política, un texto legislativo, un estilo de
vida personal o alguna otra cosa? Para empezar, podemos comentar
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dos ocasiones características para la argumentación ética. En ambos
casos, surgen cuestiones éticas de una manera que las distingue de
las ocasiones para la argumentación en las áreas más reducidas del
derecho, la ciencia, la gestión y similares.
Específicamente:
1. Todas las empresas que se han comentado en los capítulos
precedentes son, en mayor o menor medida, áreas de análisis y
pericia “profesional”. Al comparar las cuestiones jurídicas con
problemas de gestión o con cuestiones científicas, tuvimos que
empezar por examinar las áreas especializadas de interés y los
problemas técnicos que unen a los abogados, los científicos o los
gestores empresariales en una empresa profesional común.
Cada una de esas empresas proporciona unos “roles” claramente
definidos para quienes están directamente involucrados en ellas.
Todo participante tiene la tarea de actuar —y razonar— en calidad
de, por ejemplo, abogado defensor en lugar de presidente del
jurado o jefe de contabilidad en lugar de jefe de producción. Por
consiguiente, cada empresa y cada rol poseen sus propios pro-
cedimientos característicos, su foro de discusión y sus criterios
para resolver los problemas específicos que surjan dentro de esa
empresa. El hecho mismo de que podamos dar una explicación
clara y simple de las formas en que surgen y se resuelven las
cuestiones en tales foros profesionales de argumentación refleja la
especialización de esos roles, tareas, problemas y procedimientos
profesionales.
Por otro lado, el hecho mismo de que las tareas y las técnicas
de esas empresas profesionales sean tan reducidas y especiali-
zadas también provoca otro problema, pues ¿qué ocurre cuando
las exigencias de diferentes empresas entran en conflicto? Una
persona concreta puede ser —de profesión— una investigadora
bioquímica, una abogada fiscal o la gestora de una fábrica de
productos electrónicos, y por tanto puede que se le exija dominar
los tipos correspondientes de argumentación profesional. Pero
nunca nadie es únicamente un bioquímico, un abogado o un
gestor de fábrica. El investigador bioquímico puede ser también
un médico practicante y el abogado fiscal puede estar también
en la política. Además de tales roles y vocaciones profesionales,
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es probable que cualquiera de ellos sea también un padre, un
amigo, un miembro de la iglesia y/o un votante. Y un punto
característico en el que surgen las cuestiones éticas es el límite
entre los diferentes roles profesionales y los puntos en los que la
vida profesional y la privada se encuentran y se solapan.
2. No solo las cuestiones técnicas de esas empresas profesionales
son relativamente fáciles de definir; además, los procedimientos
para resolver tales cuestiones normalmente son autosuficientes
y en muchos casos pueden llevar con bastante rapidez a resul-
tados definidos. Muy a menudo, los problemas de la ciencia, el
derecho, la gestión o lo que sea pueden ser investigados de forma
sencilla, y podemos decidir con cierta precisión qué es lo que
puede decirse sobre la cuestión desde el punto de vista profesional
correspondiente.
Pero ninguno de tales puntos de vista es universal o completo.
Así que las respuestas que recibamos a nuestras preguntas estarán
sujetas a expresiones calificadoras:
“En la medida en que la ciencia nos permite afirmar…
“Desde un punto de vista jurídico…
“Desde un punto de vista económico…
Y similares. En consecuencia, las respuestas que recibimos y que
damos en todos los argumentos especializados estarán formula-
das en términos del punto de vista específico cuya pertinencia
se presupone. Si resulta que, después de todo, las partes de una
discusión concreta no tienen un punto de vista profesional co-
mún, habrán estado —en términos profesionales— hablando de
cosas distintas. Las dos partes simplemente no se entendieron
entre ellas al principio y la discusión resultante fue infructuosa.
En cambio, hay otras ocasiones en las que estamos obligados
a preguntar si los problemas y las soluciones específicos y
técnicos de nuestras empresas profesionales tienen realmen-
te el poder de darnos las respuestas que necesitamos. Puede
concederse que tienen la capacidad de generar unas soluciones
para nuestros problemas que son “técnicamente correctas”,
en la medida de lo posible. ¿Pero es ese el fin del asunto? ¿No es
posible que otras consideraciones nos exijan que anulemos esas
respuestas técnicamente correctas, independientemente de que

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