Litigiosidad, Riqueza y Competencia

AutorFranco Cipriani
Cargo del AutorProfesor de ordinario de Derecho Procesal Civil , Universidad de Bari
Páginas129-150

Page 129

1. –

Una antigua tradición académica quiere que, cuando se es invitado a participar en el homenaje a un estudioso que deja la cátedra por límite de edad, se le dedique al homenajeado unPage 130ensayo sobre un tema a él particularmente grato. En el caso, sin embargo, yo sé muy poco de derecho comercial como para respetar tal tradición, pero he pensado que a Luca BUTTARO le gustaría igualmente si tomara esta solemne ocasión para releer las páginas que un estudioso muy querido por él, su muy amado maestro Tullio ASCARELLI , escribiera en 1955 sobre el estado de la justicia civil italiana: páginas, conviene decirlo ya, que nos ofrecen un elocuente retrato de la Italia de ese tiempo y que son más que ilustrativas para entender lo que ocurrió en ese delicadísimo y decisivo período de la vida de nuestro Código de procedimiento civil.

2. –

El ensayo, intitulado Litigiosità e ricchezza y destinado a los Scritti in onore di Piero Calamandrei , apareció en la “Processuale” de 1955 y vertía sobre un problema en la época del todo nuevo e inexplorado, pero destinado a adquirir siempre mayor relevancia y actualidad: la incidencia de la economía de masa sobre la litigiosidad.

Ya en apertura advertía que “la difundida impresión de un aumento de la litigiosidad civil”, que en ese tiempo se tenía, era del todo injustificada: todo lo contrario, aseguró ASCARELLI , las estadísticas judiciales eran inequívocas al demostrar que la litigiosidad había “ enormemente disminuido, tanto como para ser hoy, en números absolutos, la quinta parte de lo que fuera en 1901 y pese al fuerte aumento de la población (de 32,9 aPage 13147,5 millones de habitantes) y el aún más fuerte del nivel económico y de la renta nacional, con el consecuente aumento de la renta por individuo”1.

Así pues, en 1955, cuando las cosas en el proceso civil italiano iban ya mal 2 , había el difundido convencimiento que hubieran muchas causas (tantas, se sobreentiende, como para impedir que las cosas fueran como antes, cuando estaba en vigencia el tal vituperado viejo código), pero a ASCARELLI le pareció —y correctamente— que la realidad fuera otra.

En efecto, el Autor, sobre la base del Annuario statistico de 1954, señaló que los “procedimientos civiles iniciados” (el Annuario , sin embargo, él precisó, decía “sobrevinientes”) habían sido 2.331.443 en 1901, 1.605.980 en 1910, 7.63.896 en 1920, 1.515.889 en 1930, 735.991 en 1940, 484.447 en 1950, 501.543 en 1951, 498.766 en 1952, 474.193 en 19533. En particular, y siempre según ASCARELLI, la litigiosidad había “enormemente” disminuido en conciliación, se había mantenido más o menos estacionaria en pretura y había levemente aumentado en tribunal4. En efecto:Page 132– En conciliación se habían “iniciado” 2.017.199 procedimientos en 1901, 1.290.713 en 1910, 403.948 en 1920, 992.801 en 1930, 483.222 en 1940, 158.469 en 1950, 144.941 en 1951, 126.636 en 1952 y 119.776 en 1953;

– En pretura se habían “iniciado” (en primer grado) 227.431 procedimientos en 1901, 223.656 en 1910, 234.439 en 1920, 354.916 en 1930, 164.819 en 1940, 214.766 en 1950, 226.772 en 1951, 230.422 en 1952 y 217.934 en 1953;

– En tribunal se habían “iniciado” (en primer grado) 84.108 procedimientos en 1901, 87.158 en 1910, 124.254 en 1920, 167.768 en 1930, 87.383 en 1940, 110.362 en 1950, 127.985 en 1951, 139.593 en 1952 y 130.850 en 19535.

En cuanto a las apelaciones (que ahora, sea dicho entre paréntesis, habiendo sido eliminadas las sentencias interlocutorias, deberían haber sido muy pocas...), ellas habían aumentado levemente en número absoluto: las de competencia de las cortes de apelación (que son las únicas reproducidas por ASCARELLI) habían sido 14.541 en 1901, 15.514 en 1910, 17.822 en 1920, 25.528 en 1930, 16.545 en 1940, 12.906 en 1950, 15.428 en 1951, 18.322 en 1952 y 16.813 en 1953 6.

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Los recursos de casación, en fin, habían aumentado de una manera más acentuada: 2.569 en 1901, 3.076 en 1910, 2.579 en 1920, 3.943 en 1930, 3.478 en 1940, 4.193 en 1950, 4.295 en 1951, 5.073 en 1952 y 4.649 en 1953 7 .

Estando así las cosas, ASCARELLI no tuvo dudas: “Considero que la real y notable disminución de la litigiosidad arriba ilustrada encuentra su explicación justamente en el aumento del nivel económico de nuestro país: esto provoca una tal disminución de la litigiosidad, dada la distinta estructura económica y social que sigue a la indus- trialización, como para permitir que, incluso en números absolutos las litis disminuyan, pese al aumento de la población y al aumento del volumen de los negocios, logrando luego la disminución bastante fuerte cuando se tenga presente el número de las litis en proporción con la población y la renta promedio y acentuándose de manera impresionante respecto a la ‘pequeña’ litigiosidad. Revolución industrial y económica de masa —él concluye— se traducen en... disminución de las litis. ¡Pobres abogados —éstos sí aumentados en número—, agregará alguien!”8.

3. –

Tras la última guerra, pues, hubo una fuerte disminución de la litigiosidad y a ASCARELLI lePage 134pareció poderla explicar con el aumento de la riqueza consecuente a la industrialización. Explicación, ésta, que le pareció confirmada por la sustancial desaparición de la “pequeña litigiosidad” hasta ayer de competencia del conciliador: a su parecer, el hombre, cuanto más rico es, tanto menos litiga y tanto menos está dispuesto a litigar por pequeñas sumas: “la vía judicial es tanto más seguida cuanto más ‘pobre’ es el ambiente, cuanto ‘menos’ es industrializada la economía”9.

La posición, hay que reconocerlo, tiene su lógica, atendiendo a que es notorio que, si se es pobre, no se puede permitir conceder nada a los otros; viceversa, si se es rico, se puede permitir ser gene- rosos por lo menos en cuanto a las pequeñas cosas. Además, la tesis de ASCARELLI presenta hoy la ventaja de ser, por decir lo menos, tranquilizante para nosotros, porque no pudiendo dudarse que actual- mente estamos atravesando un período de gran opulencia, deberíamos tener la certeza que estamos por tener una drástica disminución de la litigiosidad, con las benéficas consecuencias que se pueden imaginar sobre la funcionalidad de nuestra arruinada justicia civil.

Si no fuera porque, si se reflexiona, no se tarda en advertir que el razonamiento de ASCARELLI levanta tres perplejidades: dos que se habrían podi-Page 135do tener ya en 1955, pero que nadie en la época levantó, y una que, gracias a lo que ahora sabemos, se tiene hoy.

Primeramente, no parece que las litis (judiciales) se hagan porque se es pobre ni mucho menos porque se es poco sabio o poco generoso. Todo lo contrario, es (o debería ser) notorio que, cuanto más pobres se es, tanto menos se tienen esperanzas de tener derechos para hacer valer en juicio (piénsese en los albaneses); y también es notorio que, si el deudor no tiene nada que perder, es perfectamente inútil hacerle causa. Por el contrario, una cosa es ser sabios y generosos y otra es reconocer no tener razón cuando se considera tenerla o, peor aún, cuando se tiene la razón. Por lo demás, una persona puede ser generosísima, en el sentido que puede también estar dispuesta a dar muchas de sus cosas a los demás, pero esta característica suya no asegura para nada que ella no esté dispuesta a llegar hasta la Casación por sus derechos. Por tanto, yo diría, si en 1955 se litigaba menos que veinte o treinta años antes, no era porque nos hubiéramos vuelto más ricos o más sabios.

La segunda perplejidad levantada por el razonamiento de ASCARELLI está dada por el hecho que, por su dicho, en 1955, a la luz de la “enorme” disminución de las causas, estaba muy difundido el convencimiento de que las causas hubieran aumentado. Más precisamente, a estar a lo que el mismoPage 136insigne estudioso refiere, a tener este convencimiento eran (no los abogados, sino) los jueces, los cuales, sin embargo, a su parecer, se engañaban, en cuanto el aumento que se tenía en algunas dependencias judiciales se explicaba “por la concentración de la población en los grandes centros durante el último medio siglo, no seguida por la correspondiente redistribución territorial de los magistrados”10.

La explicación, sin embargo, no convence. Si el aumento de las causas se hubiera producido sólo en los grandes centros y se hubiera debido a la concentración de la población en esos centros, se habría debido tener no sólo magistrados con muchas causas en los grandes centros, sino también magistrados con pocas causas (y quizá también sin causas) en los pequeños centros. ASCARELLI , en cambio, no nos da noticia de magistrados con pocas causas. De aquí, se diría, un misterio: ¡las causas habían...

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