Tren sin destino.

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

El Perú es un país minero. Pocos se atreverían hoy a refutar esta afirmación. El tren del progreso ha arrancado ya y somos los peruanos los que tenemos que subimos a sus vagones. No importa de qué parte del país vengamos: es lo que nos toca hacer para llegar al desarrollo, a la construcción de nuestra resquebrajada nación. Lo dice Ollanta Humala, pero también Piñera y Evo: el camino hacia el progreso está construido sobre las ganancias que dejarán los grandes proyectos de extracción, sea minera, petrolera o energética.

Sin embargo, muchos latinoamericanos no quieren abordar ese tren, o locomotora como la llama el presidente colombiano Juan Manuel Santos. ¿ Y por qué no quieren? Para el poder político y empresarial, aquellos que no quieren subirse no buscan el desarrollo. Son, al igual que Gregorio Santos, enemigos del progreso y, por ende, del país. Mendigos sentados sobre un banco de oro, ilusos que viven el día a día desperdiciando toda la materia prima de la que podrían vivir holgadamente.

No hay que ser un fino analista para reparar en que todas estas afirmaciones traen consigo una fuerte carga de discriminación, ingenuidad e incluso desprecio. Es el desprecio hacia el otro: hacia las culturas que no conocemos o no entendemos, hacia la gente que ve las...

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