Seguridad ciudadana y derecho a la ciudad.

AutorZolezzi CH., Mario
CargoPODER Y SOCIEDAD

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

El protagonismo de la Policía en definir qué entendemos por ciudad segura ha provocado que nos contentemos con pensar que se trata de una ciudad donde no hay crimen, no ocurren asaltos, robos ni secuestros, o al menos los agentes del orden llegarán rápidamente y la justicia castigará a los culpables. Ciertamente, esto sería bastante en una ciudad como Lima, donde la sensación de inseguridad crece y, según todas las encuestas, el delito callejero y las pandillas son percibidos como los principales problemas.

Dada la definición de ciudad segura desde la lógica del control, la erradicación y el castigo del delito, la seguridad ciudadana se reduce a medidas para evitar o librarse de la delincuencia. La identidad barrial o la habitabilidad de los espacios públicos --y los recursos para su acondicionamiento--, entre otros aspectos, terminan supeditados a esta lógica o postergados como objeto de atención pública.

Lima, nuestra ciudad, se privatiza cada vez más, la exclusión aumenta. Fuera de los límites establecidos por rejas, trancas y candados, circulan "extraños" y ronda la policía, aunque se sabe que no en toda la metrópoli. Ciudadanos como usted y yo que anhelamos una ciudad amable, acogedora, no sabemos cómo conseguirla, pues esto no aparece en las ofertas de seguridad que promueven las autoridades y que reclaman los medios. El abandono de lo público, a la larga, inutiliza nuestra capacidad de control del entorno, resignándonos a que otros ejerzan allí su dominio. Tomar como principio el control y no la garantía de las libertades es un sentido común muy extendido. Mientras más controlados los ciudadanos, se supone que estaremos más seguros, no importa si más o menos libres.

Equiparando seguridad a incremento del control, la presión ciudadana es enfrentada desde los municipios con medidas erráticas. Y equivocadas. Un ejército de policías y serenos patrullando las calles, por grande que sea, no cambiará las estadísticas de crímenes pasionales, robos menores en el transporte público o ajustes de cuentas entre agentes del narcotráfico --nacionales o importados-- que hacen negocios en la ciudad. La instalación de sistemas de video-vigilancia es hoy uno de los más exitosos negocios del miedo urbano. De los pioneros Miraflores y San Isidro, su integración al paquete de seguridad se expande con excesivo entusiasmo y ninguna evaluación real de su impacto en la disminución del delito. Recientes y osados intentos de asaltar supermercados y centros comerciales --llenos...

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