Vivir para escribir.

AutorSilva, Daniel
CargoEntrevista

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

En este mundo nada es seguro, excepto la muerte y los impuestos. Algo más que es seguro es que en algún lugar, algún elenco de teatro está representando una de las obras de Eduardo Adrianzén. Este año han estado en Brasil y México, en nuestra cartelera actual figuran dos de sus creaciones (El día de la luna y Espinas), una tercera acaba de terminar temporada (Nido de palomas), La eternidad en sus ojos fue una de las mejores de la primera parte del año y en agosto presentó su último trabajo (Cómo crecen los árboles) en un homenaje que el teatro La Plaza le brindó. Nuestro dramaturgo peruano más representado de los últimos años no se detiene.

Y, sin embargo, Eduardo no vive e eso. "Siempre me he ganado a vida escribiendo guiones de televisión. Hace veintiocho años." Es en lo que trabajaba antes de que yo llegara. "Este capítulo es una historia sobre burriers. Necesito un título que le haga justicia, pero que no suene muy huachafo." Al lado una pareja acaba de pedir el almuerzo. Estamos en un café miraflorino, es la hora.

"También me he dedicado a enseñar. Me gusta sentir que hago lo posible para que las nuevas generaciones trabajen bonito. Es importante compartir conocimiento, porque, felizmente, después de que tú te mueres, cuando te retiras y ya no estás, siempre hay gente que sigue trabajando. Eso me consuela mucho. Sería horroroso que todo termine con uno." La pareja de al lado ha terminado su entrada y mira de reojo. Quieren saber quién es este tipo.

"Al teatro entré porque me dio la gana. Nadie le pide a nadie que haga teatro. Había estado escribiendo diez años para la televisión, tenía otras preocupaciones, quería otros públicos. Creo que también era algo más personal, no lo sé. Pero el 95% de las cosas que me he comprado en mi vida profesional han sido gracias a hacer televisión."

Adrianzén le atribuye gran parte de su éxito a la suerte y a la generosidad de otros. "Augusto Tamayo me jaló como asistente para trabajar en Carmín y lo que yo hice fue prenderme de esa ubre, decidido a no soltarme hasta que me saquen. Por rating o por pesado. Es casualidad y no es casualidad, porque yo busco las cosas, yo voy a donde revienta el cohete. Pero si la noche que conocí a Tamayo no hubiésemos hablado de literatura, quizá nada hubiese de esto hubiese pasado."

Aunque parezca difícil de imaginar ahora, Adrianzén es bachiller en Derecho por San Marcos. Se hizo buen amigo de quienes llama "los poetas y literatos borrachos"...

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