No solo es cuestión de buenas intenciones

Crear un cambio ambiental, social y económico duradero en base a la filantropía requiere de disciplina, un concepto con el que tradicionalmente han tenido problemas muchas fundaciones, donantes e individuos adinerados comprometidos con esta.

Exenta de la responsabilidad impuesta a las empresas por los mercados o al gobierno por los votantes, la filantropía es libre para experimentar y asumir riesgos. Pero como cuentan con pocas entidades externas para ofrecerles un ?feedback? sincero o exigirles responsabilidad, los inversionistas filantrópicos no recaban la experiencia suficiente para evaluar de manera objetiva su propio desempeño y tomar decisiones difíciles que atañen a programas y personas.

Las consecuencias de esta incapacidad de optimizar recursos y sus resultados organizacionales son incluso mayores en contextos de crisis: los activos de las fundaciones que alguna vez superaron en conjunto los US$ 680.000 millones cayeron entre 20% y 40% desde sus récords en 2007.

Muchos inversionistas filantrópicos están disconformes con el alcance del cambio social que han podido crear; están ayudando a menos niños y familias de lo que esperaban o están influyendo menos de lo esperado en contener el cambio climático. La mayoría de las 75 mil fundaciones en EE.UU. sabe que tiene que cambiar, pero no sabe cómo hacerlo.

En nuestra experiencia, desarrollar una estrategia filantrópica es un proceso iterativo, más allá del clima económico. Requiere de una disciplina interna que plantee los siguientes términos: ser más claros, ser realistas y ser mejores.

¿QUÉ ES EL ÉXITO?Tratándose de la filantropía, pocas veces existe una respuesta correcta para la pregunta: ?¿Qué deberíamos estar haciendo??. No obstante, los inversionistas filantrópicos no pueden realizar nuevos desembolsos sin delimitar lo que deberían financiar y sin definir el éxito dentro de esos límites. En consecuencia, es útil para los líderes seleccionar unas pocas ?anclas? estratégicas (personas, problemas, lugares, caminos o filosofías) que realmente les importan y usarlas para orientar las decisiones subsiguientes sobre programas, iniciativas y beneficiarios.

Para clarificar más sus metas, los inversionistas filantrópicos necesitan considerar tanto la evidencia dura (¿qué sabemos?) como los valores y creencias más blandas (¿qué es lo que nos importa?)

Lograr una buena coordinación entre la evidencia y los valores es tanto una necesidad como un obstáculo común para los inversionistas...

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