San Isidro labrador de historia

Por Josefina Barrón. *

De muchas maneras, la historia de Lima se ha escrito en San Isidro, distrito que esta semana cumplió 81 años de fundado. Moderno y milenario, está dibujado por la silueta de edificios inteligentes que desafían gravedades y fue hogar de los huallas, quienes dejaron su rastro de adobe en pirámides que se yerguen imponentes para el desconcierto del turista. Todo lo que no era huaca era tierra fértil y olivo.

La avenida Camino Real no existía; pero el camino real que le dio su nombre a esa avenida, sí. Viajaba sinuoso a la vera del río Huatica conectando sitios precolombinos donde se veneraba a los dioses y se administraba el recurso que daría vida al tímido valle de Lima: el agua. Cuentan los ex alumnos más viejos del Maristas que de vez en cuando esas aguas se desbordaban inundando el patio del colegio. Otros igual de viejos aún evocan el rugido de las olas que se dejaba sentir desde el hoyo 6 del campo de golf cuando se acercaba la Semana Santa.

El campo fue construido cuando no se pudo jugar más en el hipódromo de Santa Beatriz. Dicen que al presidente Leguía no le hizo mucha gracia que uno de sus mejores caballos de carrera se lesionara la pata al pisar una de esas durísimas pelotas que algún aprendiz de golfista perdiese en torpe golpe.

San Isidro fue alguna vez una feraz tierra de naranjos, perales, granados, cerezos y chirimoyas. El agua del Huatica corre por debajo de moles de granito, oficinas que a lo largo del camino real se alínean como estandartes de una bonanza que terminó con el campus del Maristas, hoy un terreno yermo de educación. Camino Real conduce a una réplica de la piedra de Sayhuite, que un alcalde bien intencionado y mal...

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