Regreso sin gloria

Por Juan Velit Granda. Internacionalista

Cuando se arrió la bandera de las barras y las estrellas del asta ubicado sobre el edificio militar cerca del aeropuerto de Bagdad, Estados Unidos estaba poniendo fin a una ocupación que se había iniciado en marzo del 2003 en el polvoriento Iraq.

Entonces los principales actores políticos en la disputa parecían inconmovibles y hoy son apenas recuerdos lejanos de estos complejos días.

Saddam Hussein era el déspota dictador de Iraq y George W. Bush era el cuestionado presidente de Estados Unidos. Ambos, a pesar de odiarse tanto, coincidían en algunas aficiones, como el gusto por las armas, las paradas militares y las soluciones violentas a los problemas políticos.

Ahora que los soldados norteamericanos se han empezado a retirar sin honor y sin gloria, que una impensada crisis financiera ahoga a Estados Unidos y a sus otrora aliados, Bush está enterrado bajo un cúmulo de acusaciones por violación a los derechos humanos, por una crisis financiera y por mentir al pueblo estadounidense. Hussein, por su parte, es solo un recuerdo amargo en su país y en el mundo y está sepultado por montañas de tierra y dolor.

Las armas químicas y bacteriológicas, que fueron el argumento principal para justificar la invasión y que generaron la tesis de la guerra preventiva, son solo un recuerdo vergonzante y ahora se sabe que todo fue una creación fantasiosa producto de la inventiva de los halcones del Pentágono para agenciarse algunos millones de dólares con el sacrificio ajeno.

Cuando se inició la invasión, alrededor del 72% de los encuestados en Estados...

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