¿Queremos ser un paraíso fiscal?

Por Juan Paredes Castro. Editor central de Política

Por lo que hemos visto en la última semana, en un espejo continuo de hace 50 años, en el Perú ya no queda ninguna actuación política por investigar.

Sin embargo (esto es lo más triste) queda demasiado por saber.

Lo último realmente gracioso es cómo un ciudadano colombiano, capturado en el Perú por tráfico de drogas y armas, es devuelto a su país por nuestras autoridades bajo la única conclusión de no haber hecho otra cosa aquí que turismo.

Alguien sospechoso de amenazar la paz interna de Colombia con operaciones de venta de armas a las FARC no parece merecerle a nuestro Estado la más mínima preocupación.

No es la primera vez que se tienen evidencias de este tipo de operaciones. Tampoco es la primera vez que las evidencias se borran de un plumazo.

Lo grave es que los Estados peruano y colombiano libran una dura batalla contra organizaciones terroristas internas vinculadas con el narcotráfico. Y la vista gorda de allá y de acá opacan en la práctica el lustroso brillo de los discursos oficiales.

Como un homenaje al humor negro más elaborado, la búsqueda de la verdad en el Perú se ha convertido en la infructuosa búsqueda de la voluntad parlamentaria, fiscal y judicial por alcanzarla.

Como esta voluntad prácticamente no existe porque nadie se ha dado el afán de hacerla posible, vivimos la opereta de la prédica moralizadora en las voces de virtuosos barítonos y sopranos.

También tenemos a la mano el circo de la anticorrupción, que cada cierto tiempo monta el divertido espectáculo del arca abierta del Estado.

Aquí se cruzan en asombrosas piruetas el esfuerzo de la contraloría por descubrir los hilos de más de una corruptela, la habilidad de los más...

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