Los peligros nuestros de cada día

Por Richard Webb. Economista

Cuando iba al colegio en bicicleta, no existían los cascos, ni los cinturones de seguridad en los autos, ni inspectores para verificar la higiene de los anticuchos y cebiches que se vendían en la calle. No existía una defensoría para protegernos de los abusos del Estado, ni un Indecopi para los abusos de los empresarios, ni SOAT ni muchos otros seguros. No había celulares para que los padres pudieran verificar el paradero de sus hijos. Y si uno tomaba cualquier camino fuera de la ciudad, podía viajar días sin ver una sola señalización para ubicarse. Hoy diríamos, ?qué miedo vivir así.? En muchos aspectos, ahora vivimos cobijados.

Sin embargo, era normal dejar las puertas sin llave durante el día, y era fácil saltar los pequeños muros frente a las casas. Las calles se han vuelto más peligrosas, lo que se refleja en las encuestas. La inseguridad es la mayor preocupación del público, superando largamente a la pobreza o el desempleo. A la delincuencia debemos sumar otros miedos que están de moda, el rebrote del terrorismo, la crisis europea, la escasez y contaminación del agua, y la amenaza a la inversión por los conflictos sociales. Todo eso viene encima del substrato de miedos permanentes, a la enfermedad, la vejez, los desastres naturales, las quiebras, el desempleo.

Recientemente, la historiadora Claudia Rosas editó una colección de ensayos titulado ?El miedo en el Perú, siglos XVI al XX?, que nos recuerda la permanente presencia del miedo, aunque los motivos hayan variado en el tiempo. Hoy pocos pierden el sueño por temor a la excomunión o a la llegada de piratas ingleses al Callao. Más bien, el miedo ?a la plebe? y a la rebelión persiste, como se vio en las últimas elecciones...

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