Nacionalismo made in Occidente.

AutorToche, Eduardo
CargoHISTORIAS SAGRADAS

¡QUÉ ME MIRA, CADETE!

El deslumbramiento ante el advenedizo volvió a manifestarse en estas elecciones. Sobre todo en una parte de lo que antaño fue una izquierda que mostró problemas pero también posibilidades y ahora no es más que escombros patéticos de ese pasado.

Es curioso, pero esa ex izquierda pareciera que aumentó su fascinación por el desconocido en la medida en que acrecentó su desestructuración. Se trepó al carro fujimorista para ser desalojada de inmediato y sin contemplaciones. Luego, parte de ella reapareció en el toledismo.

Con el humalismo hubo hasta tres vertientes. Una que estuvo desde el inicio de la aventura electoral, encandilada tal vez por la abundante adjetivación antisistema de >, la publicación en torno a la cual se construyeron leyendas tropicales que hablaban de inmensos ejércitos de reservistas repartiéndola por todos los rincones del Perú. Para darle un cliché, sería aquella izquierda que soñó con radicalismos en el pasado.

Otra, la que apareció con rostro tecnócrata, fue comprometiéndose paulatinamente. Debía otorgarle coherencia al humalismo y fue alimentándose de altos funcionarios que aún ejercían sus cargos, muchos de ellos promovidos por el gobierno toledista. Allí mismo, aparecieron como voceros fantasmales figuras que la ocasión les pintó la oportunidad para un segundo debut. Puede parecer coincidencia, pero más de un elemento sugiere una analogía entre ellos y los > de la otrora IU.

Una última vertiente habría decidido marcar distancias, pero disipó las dudas iniciales que le provocó el humalismo apenas culminada la primera vuelta electoral, convencida de que allí tenían al líder tan buscado y nunca encontrado. ¿No eran los mismos que también dudaban en la década de 1980?

Entonces, no deja de ser una curiosidad peruana que, luego de ser derrotado en la segunda vuelta, Humala anunciara su voluntad de organizar una vigorosa oposición a través de un Frente Nacionalista Popular Democrático que llamaba a integrarse a >. Aparecieron siglas y nombres que, uno, ya estaban transitando en cierto modo en el trazo que marcó la campaña electoral del humalismo; y, dos, habían devenido altamente funcionales para una derecha que aprendió--y bien-- las técnicas para gobernar mediante la generalización del miedo.

En efecto, la habilidad política de Ollanta quedó por enésima vez en cuestión con el referido llamado y, como ha sido habitual en él, sus intentos de rectificación solo han servido para confirmar esta sospecha. El fuego graneado de los voceros de la derecha obligó a Humala a repetir al pie de la letra lo que hace más de un año propusiera Alan García como estrategia política. El nacionalista --imaginando ser una nueva versión de Izquierda Unida-- dijo que se había referido a las organizaciones sociales y no a los partidos políticos, como también había planteado el aprista cuando habló de un Frente Social.

En suma, ahora corremos el peligro de que una firme y clara oposición de izquierda quede nuevamente como asignatura pendiente en la política peruana. El ex militar nacionalista no parece dar fuego para ser catalogado como la nueva promesa de la política peruana y, mucho menos, si sigue suponiendo que podrá subsistir rodeado de muertos vivientes.

Sin embargo...

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