Un mundo sin playas

El oceáno cubre el 70.8% de la superficie terrestre. Ese porcentaje está en aumento. En promedio, el nive del mar es 20 cm más elevado hoy que cuando la gente comenzó a saturar la atmósfera de gases de efecto invernadero, a fines del siglo XIX. Se espera que se eleven alrededor de medio metro más en los próximos 80 años, aunque en algunos lugares podrían subir el doble.

También se espera que, este siglo, las zonas inundables costeras crezcan entre 12% y 20%, equivalentes a entre 70,000 y 100,000 km2. Esa área, del tamaño de Austria, alberga millones de personas y capital, en boyantes metrópolis. Uno de cada siete de los 7,500 millones de terrícolas vive menos de diez metros sobre el nivel del mar; pero para el 2050, solo serán 1,400 millones.

Activos por millones de millones de dólares han sido construidos en lugares que podrían terminar sumergidos, incluyendo el enorme clúster manufacturero de Cantón, en China, e innumerables bases militares.

La física del nivel del mar no es un misterio. El agua marina se expande cuando se calienta y se eleva aún más con el derretimiento de glaciares y casquetes de hielo. Los científicos debaten en torno a cuánto podrán elevarse los mares y cuán rápido, y políticos y economistas no concuerdan sobre la mejor manera de afrontar las consecuencias -inundaciones, erosión y contaminación con salmuera de áreas cultivables-.

Pero no hay excusa para la inacción. La necesidad de adaptarse al aumento del nivel del mar es una realidad ineludible. Incluso si se reducen las emisiones de carbono, se sentirán los efectos. En 30 años, el daño en las ciudades costeras podría alcanzar US$ 1 millón de millones al año. Para el 2100, si se mantiene la meta del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura mundial a 1.5°C con respecto a los niveles preindustriales, el nivel del mar subiría 50 cm, ocasionando daños a la propiedad en todo el mundo equivalentes a 1.8% del PBI global al año.

Si no se establecen reproducciones significativas de las emisiones, el nivel del mar crecería otros 30 a 40 cm y el daño adicionalmente anual ascendería a 2.5% del PBI global. En teoría, reducir los efectos debiera ser simple: construir hardware (muros de contención) e instalar software (concientizar) y, cuando todo lo demás falle, alejarse del peligro. Pero la amenaza se sitúa lejos de los horizontes temporales de la mayoría.

Para inversionistas y las empresas que financian, la amenaza es probablemente inevitable. Para gobiernos...

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