La amodorrada Lima

Por Pedro Ortiz Bisso. Periodista

Desde que se anunció el inicio del proceso de revocación de Susana Villarán, el grueso de analistas coincidió en que, al margen de las legítimas intenciones que pudiera haber detrás, iba a resultar perjudicial para Lima porque la condenaría a un prolongado período de incertidumbre, tanto político como funcional, adverso para su desarrollo.

Pero la causa tenía también un aspecto positivo: podría servir para que de una vez por todas la alcaldesa se despercudiera de su asambleísmo ralentizante, pusiera el pie en el acelerador y empezara a trabajar con la velocidad y eficiencia que demanda una megalópolis en construcción, albergue de casi nueve millones de habitantes.

Las oscuridades tras la revocación, reveladas por la unidad de investigación de este Diario, parecen haberla puesto en estado agónico. De las 600 mil firmas que, se anunció, iban a ser entregadas a principios de este mes a la ONPE, nada se ha sabido. Algunos de los impulsores de la causa desaparecieron del mapa ahuyentados por tanto chanchullo y nunca se supo más del humilde pintor de cartelones que, sobre el papel, se encargaba de proveer los tres mil soles diarios para financiar las jornadas de recolección. Pero Marco Tulio Gutiérrez y sus muchachos son tercos y es posible que, finalmente, entreguen uno o más paquetes de firmas y después apelen a rosarios y estampitas para que santa Magdalena Chú escuche sus ruegos.

Sea lo que fuere, el proceso ya de por sí está viciado, repugna, huele feo, así que parece difícil que la mayoría de limeños se preste a ser comparsa de un grupete tan poco serio, pese al enorme rechazo que convoca la alcaldesa.

En la última encuesta...

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