Kosovo: el desafio de la multietnicidad.

AutorD'Angelo, Gustavo
CargoINTERNACIONAL

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Los próximos meses serán decisivos para el futuro de Kosovo y, de manera más general, para la futura estabilidad de los Balcanes. Hace unas semanas el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó iniciar las conversaciones que definirán el estatus político de Kosovo. Con esto se pondrá fin al protectorado de Naciones Unidas, provisionalmente establecido desde 1999 luego de la expulsión del ejército serbio por las fuerzas de la OTAN.

El Consejo de Seguridad reconoce el modesto avance en el cumplimiento de los llamados 'Estándares', una serie de requerimientos fijados por la Misión de las Naciones Unidas en Kosovo (UNMIK de acuerdo a sus siglas en inglés) en diciembre de 2003 como condición para iniciar la negociación del estatus político de Kosovo. Esto es particularmente claro con referencia a la libertad de movimiento de las personas, al retorno de los refugiados y desplazados internos a sus lugares de origen y al respeto de los derechos de las minorías étnicas. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas considera que esto no constituye un impedimento para iniciar las negociaciones. Por el contrario, reconoce que la resolución del estatus político de Kosovo es una condición necesaria, aunque no suficiente, para avanzar en el cumplimiento de los Estándares.

Fuera de Serbia, que se rehúsa a dejar de considerar a Kosovo como una provincia >, y de algunos de sus poderosos aliados como Rusia, la mayoría de países de la comunidad internacional, incluidos los países balcánicos mismos, asumen que la independencia será el resultado predecible de estas negociaciones. Lo problemático consiste en determinar en qué condiciones, en qué plazo y a qué costo se conseguirá, y si finalmente la independencia contribuirá a consolidar la paz en Kosovo.

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La Unión Europea (UE) y otros influyentes actores internacionales como el Grupo Contacto --formado por Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Rusia-- han expresado en diversas ocasiones la necesidad de respetar la voluntad de la mayoría de la población en Kosovo. Ellos también han fijado los parámetros gruesos de la negociación: el no retorno de Kosovo a la situación anterior a 1999, la no partición del territorio actual y la no anexión de Kosovo a países vecinos. Entre otras cosas, esto implica el respeto de las fronteras de Kosovo establecidas en la Constitución de la antigua Yugoslavia de 1974 y la apuesta de la comunidad internacional por una sociedad multiétnica como condición para garantizar una paz duradera.

LA HISTORIA RECIENTE

Luego de la muerte de Tito en 1980, la Federación de Repúblicas Socialistas de Yugoslavia creada inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial entró en un proceso de rápida descomposición, abrumada por el virtual colapso del modelo económico estado-centrista y las disputas entre las repúblicas sobre el manejo de la Federación. Las presiones separatistas y las resultantes declaraciones unilaterales de independencia dieron lugar durante la década de 1990 a cuatro guerras en los Balcanes: Eslovenia (1991), Croacia (1991-95), Bosnia y Herzegovina (1992-95) y Kosovo (1998-99). Durante los noventa se desata una suerte de 'etnización' de la política en la antigua Yugoslavia cuyas secuelas de recelo, intolerancia y segregación aún marcan la pauta de las relaciones sociales en la región.

Los conflictos en los Balcanes no tienen un trasfondo étnico sino fundamentalmente político. No responden a un intento por establecer la supremacía de una cultura, de una religión, de una lengua o, finalmente, de una identidad. La 'etnicidad' como tal no es generadora de conflicto, de la misma manera que el sexo no produce la diferenciación de género ni la raza el racismo. Las diferencias étnicas en los Balcanes fueron construidas como antagónicas por discursos y actores políticos serbios, croatas, bosnios, albaneses, entre otros, que buscaban afirmar su control sobre un territorio considerado propio, o defenderse de las pretensiones expansionistas de otros grupos. Es al interior de estos discursos políticos crecientemente enfrentados que las diferencias étnicas aparecen como contradictorias y todas sus expresiones como > excluyentes y en conflicto. La etnicidad se convierte así en el sustento de la nacionalidad, y esta en el soporte del derecho a convertirse en Estado, a reclamar un territorio que se postula como el origen inmemorial del grupo y a excluir de él a los >.

Si bien ninguna fuerza política o grupo étnico es exclusivamente responsable de los crímenes y atrocidades que se cometieron en los Balcanes durante la década de 1990, lo cierto es que el nacionalismo radical e intolerante representado por Slobodan Milosevic, líder del Partido Socialista de Serbia desde fines de los ochenta, tiene una altísima cuota de responsabilidad. Su determinación por llevar adelante, aun por la fuerza, la creación de la Gran Serbia exacerbó los odios entre grupos étnicos y condujo a las sangrientas guerras de los noventa. Aunque no es el único, el caso de Kosovo ilustra de manera particularmente brutal los extremos a los que estuvo dispuesta a llegar esta expresión de nacionalismo serbio.

LA GUERRA EN KOSOVO

Al poco tiempo de acceder al cargo de Primer Ministro en 1989, Milosevic elimina la autonomía de Kosovo establecida en la Constitución yugoslava de 1974. Con ello empieza a configurarse una suerte de apartheid en Kosovo. Más de 140 mil albaneses son removidos de la administración pública y de las empresas estatales. Esto incluyó el despido de la casi totalidad de médicos y trabajadores de salud de los hospitales y de más de 6 mil maestros de escuela. Los pocos maestros albaneses que quedaron fueron dados de baja poco después al rehusarse a aplicar el nuevo currículo serbio que, entre otras cosas, eliminaba la enseñanza de historia y literatura albanesa e introducía la segregación...

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