III Cumbre América del Sur-Países Árabes

AutorAugusto Thornberry
Páginas75-93

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1. Visión de las relaciones birregionales

Cuando en 1995 el presidente Clinton de Estados Unidos lanzó la iniciativa de crear un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), Brasil respondió con la idea de que la negociación comercial entre EE.UU. y cada uno de los demás países sería asimétrica, con gran desventaja para los países latinoamericanos en desarrollo.

Brasil planteó entonces la necesidad de armonizar posiciones entre los países sudamericanos, e incluso de crear una Comunidad Sudamericana de Naciones, para que las negociaciones fuesen entre ese bloque y los EE.UU. Para algunos países sudamericanos esto tenía el inconveniente de que el peso relativo de Brasil en las negociaciones al interior del bloque sudamericano también fuesen asimétricas, en un contexto en el que varios de esos países habían abrazado el credo del libre comercio, mientras que Brasil mantenía una política comercial marcadamente proteccionista.

De cualquier manera, la iniciativa del ALCA había pasado al olvido a comienzos de la década del año 2000. En cambio, la integración sudamericana había avanzado con la firma, en 2000, del tratado relativo a la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sud Americana (IIRSA) y, más adelante, con el lanzamiento de la Comunidad Sudamericana de Naciones.

Sin embargo, el Plan IIRSA no fue seguido de acciones concretas en lo inmediato, y la Comunidad Sudamericana de Naciones no pasaba de ser un nombre sin mucha sustancia en cuanto al contenido. No había ninguna posibilidad de arribar a una política comercial común, ya que había grandes incompatibilidades entre esquemas de integración tales como el Mercado Común del Sur (Mercosur y la Comunidad Andina (CAN), e incluso existían tensiones al interior de cada uno de esos bloques.

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El presidente Lula aportó entonces una nueva visión política a la diplomacia brasileña, partiendo de la premisa de que Brasil se estaba convirtiendo en una potencia económica de carácter mundial, y que debía asumir plenamente ese papel en todos los aspectos, comenzando por ejercer un liderazgo efectivo en su propio entorno geográfico.

Son varios los hechos que demuestran esa ambición: desde la conformación de grupos de países como el BRIC (Brasil, Rusia, India y China, a los cuales se sumaría más tarde Sudáfrica) y el G-20, hasta el hecho de que Brasil se haya convertido en país donante al Fondo Monetario Internacional, sea promotor de reformas en los organismos financieros internacionales y persiga ocupar un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.

En lo que concierne al tema del presente artículo, esa política se manifestó en la creación de nuevos espacios de diálogo y cooperación, como son los foros América del Sur-Países Árabes (ASPA) y América del Sur-África (ASA). Desde 2003, el presidente Lula realizó varias giras por el norte de África y el Medio Oriente, y obtuvo invitaciones para participar como observador en reuniones de la Liga de Estados Árabes. Durante más de dos años, el mandatario brasileño preparó la creación de ambos foros mediante un trabajo personal y dedicado.

Por la posición que ocupa Brasil al interior de Sudamérica y por su presencia económica en varios países del Medio Oriente y de África -a través de empresas como Odebrecht o Petrobras- Brasil se convertía en el principal interlocutor sudamericano para las regiones árabe y africana, y además adquiría una presencia política protagónica de nivel planetario.

Se podría decir que esta política cambió el viejo paradigma que consistía en la trinidad conformada por Argentina, Brasil y México, como polos que acaparaban el poder político regional, captaban el grueso de la inversión extranjera directa y prácticamente representaban por sí solos al conjunto de Latinoamérica.

El nuevo esquema excluye a Latinoamérica -y por lo tanto a México- e introduce en escena a un actor antes inexistente -Sudamérica- dentro del cual se subsume a Argentina como parte de un bloque liderado indiscutiblemente por Brasil.

Este nuevo paradigma conviene a la mayoría de los demás países sudamericanos, aunque no aspiren a ser grandes potencias sino únicamente a mejorar sus relaciones políticas y económicas con los países árabes.

En lo concerniente al Perú, la participación en foros como ASPA y ASA le permite complementar su política exterior de los últimos años que, aunque abierta al mundo, tenía muy escasa presencia en la región de África y Medio Oriente. Esa situación no era congruente con una política exterior basada en el multilateralismo, ni con la

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búsqueda de una inserción en la economía internacional, que realmente tuviera un alcance global.

Además de estas consideraciones, que motivaron un marcado interés del Perú desde la creación del ASPA en 2005, la crisis financiera internacional iniciada en 2007 generó una coyuntura aún más favorable al acercamiento entre el Perú (y otros países sudamericanos) y los países árabes.

Los Fondos Soberanos de los países del Golfo decidieron tomar cierta distancia de los mercados de EE.UU. -a algunas de cuyas instituciones bancarias habían rescatado en un primer momento- y de Europa, regiones cuyas economías se internaron en un largo periodo de recesión y cuyos sistemas financieros mostraron las vulnerabilidades generadas por un exceso de especulación y la falta de un marco regulatorio eficaz.

Por su parte, el Perú y otros países sudamericanos presentan economías dinámicas, llenas de oportunidades de negocios; pero necesitan nuevos socios en materia comer-cial y de inversiones, no solo para compensar la posible reducción de flujos de intercambio con las estancadas economías europea y norteamericana, además del menor ritmo de crecimiento de la economía china, sino también porque mantener el alto promedio de crecimiento del PBI de la última década solo puede ser posible con nuevas e importantes inversiones, especialmente en infraestructura, energía, minería o turismo, sectores que también están priorizados por los inversionistas árabes.

Por otra parte, los países del Golfo se enfrentan a un creciente déficit de alimentos, que puede hacer crisis hacia fines de esta década, mientras que ese rubro de exportaciones ya se ha convertido para el Perú en uno de los principales de su comercio exterior, con grandes expectativas y potencial de crecimiento.

En resumidas cuentas, la complementariedad entre las economías de los países árabes y sudamericanos existe desde hace mucho tiempo, pero se ha hecho particularmente evidente en la coyuntura actual. Para el Perú, la oportunidad de celebrar una Cumbre de Jefes de Estado América del Sur-Países Árabes acompañada de un Foro Empresarial entre ambas regiones representa, sin duda, una extraordinaria posibilidad de darse a conocer ante un universo de socios potenciales que han estado alejados hasta ahora principalmente debido a la recíproca falta de conocimiento de las oportunidades existentes.

Si el desconocimiento mutuo ha sido la principal barrera hasta ahora, la realización en Lima de la III Cumbre ASPA y del III Foro Empresarial ASPA constituye un puente que puede permitir superar esa barrera; pero como esto no ocurrirá de modo instantáneo, su eventual éxito está supeditado a que se trabaje en esta dirección con perseverancia y con planificación a largo plazo.

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2. El Foro América del Sur-Países Árabes

Como queda dicho, los jefes de Estado y de Gobierno de América del Sur y de los Países Árabes se reunieron en Brasilia, los días 10 y 11 de mayo de 2005. Durante la reunión trataron sobre una nutrida agenda, de tal manera que al concluir el encuentro no solo habían identificado numerosos temas en los que era posible encontrar apoyo político recíproco, y encontrado múltiples líneas de trabajo en el campo de la cooperación, sino que además y, sobre todo, habían demostrado que era posible y oportuno mantener este canal de diálogo permanente.

Se creó de esta manera un mecanismo que ha ido abarcando cada vez mayores espacios de diálogo, tanto a nivel político como a nivel de técnicos y expertos en las más diversas disciplinas. La «Declaración de Brasilia», aprobada al final de la I Cumbre, consolidó en su texto posiciones y aspiraciones comunes a los países árabes y sudamericanos. Está dividida en trece capítulos: los dos primeros tratan de cues-tiones políticas; los diez siguientes proporcionan directrices y definen prioridades para la cooperación birregional en las áreas de cultura, economía, comercio, finanzas, desarrollo sustentable, cooperación Sur-Sur, ciencia y tecnología, información, acción contra el hambre y la pobreza. El último capítulo definió el calendario base del proceso de seguimiento de la Cumbre.

2.1. Estructura del foro ASPA

Para encauzar estas labores, los ministros de Relaciones Exteriores, reunidos en El Cairo en marzo de 2009, discutieron la estructura orgánica de este foro, la misma que fue oficializada en el párrafo 119 de la Declaración de Doha del 31 de ese mes y año. En ella, la instancia principal es la de los jefes de Estado y de Gobierno, que deben reunirse, en principio, cada tres años. Sin embargo, la Cumbre que debía tener lugar en el último trimestre de 2008 fue postergada hasta 2009, del mismo modo que la prevista para febrero de 2011 tuvo lugar recién en octubre de 2012.

Por debajo de las Cumbres está la instancia del Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores, que debía reunirse cada dos años según el...

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