De grueso calibre

Por Marco Méndez. Columnista

Ú ltimamente, en el Monumental, durante los partidos de la ?U?, más que la unidad léxica GOL, el acto de habla colectivo recurrente es el insulto. La naturaleza agonal (lucha, combate) y la carga pasional que conlleva el fútbol sirven de terreno fértil para que emerja lo que Brenes Peña denomina intensificación de la descortesía lingüística.

El improperio, agresivo o despectivo cuya gradación va desde el reproche hasta la amenaza directa, busca humillar, ridiculizar, descalificar o degradar al objeto de la injuria.

En este fenómeno comunicativo los agentes del intercambio de epítetos suelen ser los barristas enfrascados en un fuego cruzado imprecatorio. Ambos se convierten en recíproco blanco de los agravios. Se produce un proceso comunicativo de acción-reacción, ataque-defensa.

En otras ocasiones las pullas apuntan hacia quien resulta ser un chivo expiatorio simbólico de la ineficiencia de los equipos: el árbitro. Otras veces apuntan hacia los policías o los dirigentes, pero los jugadores tampoco se salvan. Los hinchas fustigan a los futbolistas del equipo contrario pero no...

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