La gobernabilidad amenazada

Por Ernesto Velit. Analista político

En varias ocasiones hemos escrito sobre la necesidad de que los partidos políticos logren concertar y en un propósito colectivo de amor al país enfrenten unidos aquellos desafíos que hoy, más que nunca, ponen en peligro la gobernabilidad y hacen difícil la tarea de administrarla por parte de una sola agrupación política.

Después de la elección de Ollanta Humala, parecía haber la voluntad de apoyar la labor del gobierno y se produjo el acercamiento al poder de algunas entidades políticas que, voluntariamente, hicieron pública su determinación de inscribirse en un programa político humalista bastante atractivo para muchos.

Sin embargo, algunas circunstancias complotaron contra lo que parecía ser una experiencia de trabajo conjunto. La enseñanza que, en su momento, mostró el Acuerdo Nacional y que muchos creímos factible llevarla a la aplicación política no encontró el eco que necesitaba, como si construir consenso fuera una propuesta prohibida entre nosotros, y como si estuviéramos condenados al remolino de enfrentamientos y desencuentros.

El día a día político, desde hace algún tiempo, se destaca por la violencia con que ventilamos nuestras diferencias, levantándonos inútilmente la voz y haciendo que la palabra sea sinónimo de ofensa.

A menudo sentimos que el gobierno no percibe las cosas en su exacta dimensión. Nos parece que la responsabilidad se le escapa de las manos y que nadie se atreve a advertírselo, como si algunos prefirieran esperar complacidos las consecuencias de su inacción y, sobre todo, de sus desaciertos.

La oposición está surgiendo de sus propias filas, hay deserciones en nombre de causas superiores, la lealtad se subasta, se juega a ganador, hay torpeza al manejar los conflictos y, lo que es...

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