Un final para el dominio farisaico en el Vaticano

Por Philip Stephens. Columnista de Asuntos Globales

Roma ha estado dominada por farisaicos, por los "sumos sacerdotes y los maestros de la ley” a quienes Jesús criticó severamente en los Evangelios. Los pontificados anteriores, de Benedicto XVI y de Juan Pablo II, fueron intolerantes e implacables. Su catolicismo era exclusivo. Una fe fundada en la redención parecía determinada a expulsar a sus pecadores.

Es demasiado pronto para decir si Jorge Mario Bergoglio, ahora papa Francisco, reconquistará a los católicos romanos en Europa y Estados Unidos, que han aprendido a practicar su religión con una indiferente resistencia al autoritarismo doctrinario de Joseph Ratzinger y Karol Wojtyla, o las muchas decenas de millones que han elegido alejarse por completo de la Iglesia.

El Colegio Cardenalicio ha sido aplaudido con toda razón por haber roto con más de 1.000 años de tradición al elegir un pontífice del mundo emergente. Sin embargo, la crisis existencial de la Iglesia tiene sus crisoles históricos en Europa y América del Norte. Ahí, el torrente de revelaciones sobre abusos sexuales clericales y encubrimientos episcopales ha puesto a prueba la fe más profunda. Tal vez solo un ‘outsider’, un clérigo más familiarizado con los arrabales de Buenos Aires que con la política del Vaticano –con intereses propios– pueda arreglar las cosas.

El escándalo comienza, por supuesto, en la curia romana, que se ha convertido en sinónimo de conspiración y corrupción. Benedicto era tan lento para tomar medidas drásticas contra artimañas financieras como reacio para enfrentar de lleno la terrible verdad de los delitos cometidos por sacerdotes pederastas. El año pasado las autoridades financieras italianas se vieron obligadas a cerrar los cajeros automáticos en la Plaza de San Pedro por el incumplimiento del Vaticano para aplicar las normas en contra del lavado de dinero. La frase "vergüenza eterna” nos viene a la mente.

A pesar de todos los rumores de que Benedicto estaba agobiado por la tarea de la reforma, no queda claro cuánto se esforzó para lograrlo. Vio su misión como la reivindicación del poder ilimitado del pontificado. Las filas de obispos con gorros rojos fueron unidas a compañeros fundamentalistas. Los que se atrevían a hacer la distinción teológica fundamental entre la enseñanza revelada de la Iglesia y los prejuicios morales de sus maestros temporales fueron desterrados. Las leyes hechas por el hombre se elevaron a verdades sagradas.

Dadas...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR