El fáctico encanto de Nadine

Por Fernando Vivas. Periodista

Es un secreto voceado con megáfono en todas las plazas y corrillos del poder, una intromisión convertida en mandato, una equivalencia, una ósmosis, una complicidad de dos y una dejadez de todos quienes le sonreímos indulgentes con la idea de que su influencia era tan fáctica como benigna.

En un principio se cuidaba de no dejar huellas, pero Nadine Heredia interviene tanto que parece ya no importarle que quede el registro de sus llamadas en los celulares de autoridades y peruanos notables, que se le entrevea en actos de alto gobierno, que las bancadas de oposición sepan que están dialogando, a través de sus colegas oficialistas, con ella y no con Ollanta Humala, aunque, ¡bah!, es lo mismo.

Pero no es igual: Nadine no firma decretos supremos, no da mensajes a la nación, no tiene que rendir cuentas porque no fue elegida para ello. Claro, esto último es relativo pues ya sabíamos, en la campaña, que Humala venía con ?costilla?, para decirlo en forma machista que compensaré con un razonamiento feminista: Nadine fue recibida, por quienes desconfiamos de los presidentes de formación militar, como una reserva de civismo femenina contra los riesgos de un autoritarismo patriarcal. Su paso, al lado del presidente, por actos oficiales y casuales, despedía un delicado aroma de civilidad.

A estas alturas de nuestro crecimiento con crisis política, no huelo nada. No tenemos evidencias de que Nadine haya discutido con su esposo por afirmar la ?hoja de ruta? frente a ?la gran transformación? o viceversa, ni que haya bregado porque se cumpla la agenda liberal que su juventud, su género y su formación de comunicadora en la Universidad de Lima hacían pensar que era más cercana a ella que a su consorte formado en los conservadores cuarteles del Ejército.

En realidad, Nadine se ha cuidado de no hacer pública ninguna...

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