"'No nos entrenan para hacer politica, sino para estar indignados'".

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Eduardo Dargent, 38 años, es profesor de Ciencias Políticas en la PUCP. Tiene un máster en Filosofía Política en la Universidad de York, Inglaterra, y un doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de Texas, en Estados Unidos. Es autor de numerosos artículos sobre la política en el Perú. Ha publicado Demócratas precarios, élites y estabilidad democrática en el Perú y América Latina (IEP, 2009), y hace poco un trabajo en conjunto con el historiador José Ragas titulado Contra--Historia del Perú: ensayos de historia política peruana. Actualmente es columnista en Diario 16.

Mi época era un tiempo de muy baja militancia. Yo fui presidente del Centro Federado de Letras, estudié en la PUCP del 92 al 2000 y, a pesar de que intentamos meter la discusión de la Constituyente del 92, no pudimos instalar verdaderamente el tema. Era una época complicada: recuerdo haber tenido que arrancar algunos afiches de Sendero en la universidad. La actividad política en la universidad era bienbaja. De cierta forma reprodujo lo que sucedía en la sociedad: la clase política estaba bastante desligada de lo que la gente pensaba. Había peleas horribles entre los grupos universitarios, teorías conspirativas, se metían en las vidas privadas. Éramos obtusos, era parte de una onda loca: en el fondo la gente quería su campeonato de fulbito, sus fiestas y sus cachimbadas, y nada que ver con la política.

Era una época de hartazgo de las propuestas y actividades partidarias, se veía con repulsión a la derecha antiderechos humanos, pero también con una alergia espantosa al activismo que asumía que el cambio político y social se daba por el hecho de quererlo. Y eso no es exagerado: había mucha ingenuidad. Eran grupos muy pequeños, élites de alumnos. Y en la esfera política, a nivel nacional, veías lo mismo: por un lado, Sendero y las izquierdas que no tenían idea de cómo posicionarse y sostenían una cosa y hacían otra y, por otro, una derecha que era simplemente obtusa.

Era un tiempo difícil para hacer política porque mucha gente salía disparada de la política con un hartazgo inmenso. Y ahí aparece Fujimori, que aprovecha esta ola y lanza un discurso antipolítico, del cual no nos hemos recuperado aún. El fujimorismo no construyó una base política alternativa, los partidos cayeron. No es culpa solo de la política o de los políticos, sino también de la academia política, que pierde peso en la sociedad. Ha habido un retroceso de la política a nivel de discusión...

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