Me despidieron... ¿ahora qué hago?

Por Débora Dongo-Soria Saito

José Carlos Bustamante parecía tenerlo todo en la vida. Una esposa linda y buena, hijos sanos e inteligentes, amigos divertidos y un perro faldero. Hace varios años era gerente en el Perú de una de las empresas de consumo más importantes del mundo. Vivía en una casa en una zona exclusiva de Lima, auto, tarjetas de crédito de todos los colores, membresía a un club de golf y viajes de placer todos los años. Estaba sano y sus visitas al gimnasio le habían ayudado a disimular muy bien su cercanía a los cincuenta años.

Pero no todo dura para siempre. Un lunes por la mañana, después de haber salido a correr alrededor de El Golf, llegó a su oficina en San Isidro y le comunicaron, de golpe, que la gerencia que tenía a su cargo pasaría a ser ocupada por Mateo, un chico joven que acababa de terminar su maestría en el extranjero. ?Pucha, qué pena, José Carlos, pero gracias por todo?. ?Te vamos a extrañar un montón, pero hay que vernos de vez en cuando, pues?. Así le decían todos los trabajadores que, al enterarse de la noticia, pasaban por su oficina a despedirse, antes de que llegara Mateo a ocupar su lugar.

José Carlos se había quedado sin trabajo. Sin trabajo y con una familia, perro y estilo de vida que mantener. Se enojó, gritó, lloró e insultó en su mente a todo el personal de la empresa. Después de varios minutos de expresar su tristeza y frustración, cogió sus cosas, bajó del edificio y cruzó la puerta de salida a paso lento. Antes de subirse a su carro, miró por última vez la fachada de la empresa y se preguntó: ?¿Y ahora qué hago??.

Quedarse (inesperadamente) sin trabajo es la tercera causa más grande de sufrimiento después de experimentar la muerte de un ser querido o un divorcio. Uno pierde un sentido de identidad y pertenencia, un ritmo cotidiano y a veces hasta un grupo de amigos y conocidos.

Uno pierde también un sueldo fijo todos los meses y se estresa por saber cómo hará para pagar la luz, el agua, el teléfono, las salidas de fin de semana, el colegio de los chicos y hasta el chocolatito que le provocó después del almuerzo.

Todo eso causa temor y paraliza. Pero no es el fin del mundo. José Carlos había perdido su trabajo, pero no a su familia o sus valores. Tampoco había perdido sus habilidades o experiencia laboral. Tenía que seguir adelante, así que desde que se subió a su auto para regresar a su casa su trabajo era encontrar otro empleo.

¿QUÉ HAGO?Felizmente, existen expertos a los que José Carlos pudo...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR