El costo de ser Delgado

Por Enrique Pasquel. Abogado

Salvar una vida cuesta. Para reducir las muertes en las carreteras, por ejemplo, hay que invertir en operaciones de fiscalización; para bajar la tasa de mortalidad infantil se destina recursos a programas alimenticios y para disminuir el número de asesinatos se pone más policías en las calles. Pero los recursos estatales, lamentablemente, son escasos y no se puede hacer todo al mismo tiempo. ¿Cómo se debería escoger, entonces, qué programa priorizar?

Sencillo: el que evite más muertes a un menor precio. No se trata de una cuestión de avaricia, sino que de esta forma habría más dinero para implementar medidas que permitan salvar aún a más personas. Por eso, cuando el Estado elige el programa más caro comete la torpeza de perder la oportunidad de salvar a más ciudadanos por otros medios. Torpeza como la de un capitán de barco que, teniendo espacio para 100 personas, elige rescatar solo a diez náufragos y dejar a 90 en el agua.

Solo es posible, por esta razón, saber si invertir en una medida estatal, si primero se mide su costo y cuántas vidas podrá salvar. Hace 10 años, por ejemplo, Kip Viscusi, profesor de Harvard, descubrió que en EE.UU. por cada vida que se salvaba gracias a las normas que obligan a usar cinturones de seguridad y airbags, el Estado debía invertir 100 mil dólares; mientras que, por cada vida salvada por las regulaciones para evitar la contaminación por bencina, debía invertir 10 millones. Apostar por implementar el segundo grupo de regulaciones era, sin duda, una mala inversión, pues si se hubiera destinado el mismo dinero en fiscalizar el cumplimiento de las referidas normas de tránsito se hubiesen salvado cien veces más personas.

Hace poco el congresista Jaime Delgado presentó un...

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