Consecuencias de la crisis europea en las relaciones internacionales

AutorJosefina Del Prado
Páginas173-193

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Introducción

Desde hace varios siglos la mirada eurocéntrica ha sido la constante en la historia de universal. Las artes, las humanidades, las ciencias, las instituciones desarrolladas en el Viejo Continente han sido referente obligatorio de la humanidad.

Hoy en día el mundo sigue siendo plasmado en miles de mapas con un Atlántico central, y el protagonismo de actores del Nuevo Mundo como EE.UU. sigue teniendo como antecedente inmediato a un Gran Bretaña imperial y a otras grandes potencias europeas que siguen dejando sentir su influencia en las relaciones internacionales.

Es visible aún la influencia de España en la mayor parte de América Latina, la de Francia en sus excolonias del Asia y África, la de Portugal en vecinos tan cercanos como Brasil y otras exposesiones y no queda duda que la Commonwealth sigue manteniendo vivo el legado británico en varias partes del planeta. Esta presencia va desde la lengua, las costumbres, la religión, las instituciones políticas. Respecto a este último punto, la división de poderes, la promoción de la democracia, la protección de los derechos humanos, encuentran impulso fundamental desde Europa, así como su proceso de integración, modelo que ha tratado de ser imitado de distintas maneras en diferentes partes del mundo.

Las grandes potencias europeas vieron menoscabado su poderío con el inicio del siglo xx pero el proyecto de integración a mediados de dicho siglo renovó sus bríos, ya desde un colectivo, manteniendo su presencia e influencia en las relaciones inter-nacionales.

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Hoy en día Europa afronta una seria crisis que nos llama a reflexionar sobre el futuro de la Unión Europea (UE), de la eurozona, sobre su papel como actor internacional en el marco de las relaciones internacionales, tanto a través de las grandes potencias que la integran o de la Unión Europea en su conjunto.

1. Europa: actor protagónico en las relaciones internacionales

Durante los últimos siglos, Europa ha sido sin duda un actor protagónico en las relaciones internacionales.

Algunos autores identifican el auge europeo con el descubrimiento de América en 1492, con el inicio de la colonización, hasta la Primera Guerra Mundial. En este periodo es evidente el dominio de España y Portugal, tomando la posta Francia, el Imperio austrohúngaro y Gran Bretaña que sin duda dominó los dos siglos precedentes al siglo xx.

1.1. Evolución

Como recuerdan Pearson y Rochester, en los siglos xvii y xviii, en la denominada «era clásica» de las relaciones internacionales, un número pequeño de participantes dominaba la política internacional, esto es las familias reales de Inglaterra, Francia y otras naciones-Estado de Europa, junto con las élites aristocráticas y «solamente hacia los últimos años del siglo xviii, el nacionalismo dinástico cedió paso al nacionalismo democrático derivado de la voluntad de los habitantes del Estado»1.

En este periodo, los Estados europeos eran sin duda actores protagónicos en el sistema internacional y «el poder en términos de la capacidad militar y de otros factores de este mismo tenor, se distribuía de forma bastante similar entre los diversos Estados dominantes de Europa, incluidas Inglaterra, Francia, Austria, Suecia, España, Turquía y, a medida que pasó el tiempo, fue compartido por Prusia y Rusia»2.

A fines del siglo xviii, la configuración del orden internacional da señales de cambios importantes. Un hito relevante es la Revolución francesa en 1789 que dio inicio a una época de nacionalismo que estará presente hasta comienzos del siglo xx y deter-minará el nacimiento de varios Estados.

El siglo xix es conocido como el de la paz europea. En 1815 se realiza el célebre Congreso de Viena donde participan los aliados vencedores de Napoleón y se decide

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un nuevo mapa europeo y los principios y acuerdos que rigieron las relaciones inter-nacionales en Europa en las siguientes décadas previas a la Primera Guerra Mundial3.

Cabe destacar que en este periodo es que se acuña la distinción entre grandes y pequeñas potencias, formándose la «Pentarquía» o «Comité de los Cinco» integrado por Rusia, Prusia, Austria, Gran Bretaña y Francia, aunque las reglas de juego, los grandes temas fueron realmente decididos por los cuatro primeros4. En este siglo se da inicio a lo que se conoce como «le Europa de los Congresos» o el «Concierto Europeo», que consiste en «un procedimiento colectivo de resolver problemas y de garantizar la aplicación de acuerdos en lugar de hacerlo mediante negociaciones bilaterales»5. Hacemos referencia a esta fórmula en la medida en que se dice que es un primer antecedente relevante de organización internacional y en este caso, con el objetivo de mantener la paz en Europa a través, fundamentalmente, de un equilibrio de poderes y garantizar la vigencia del denominado Antiguo Régimen frente a los embates de las revoluciones liberales.

Sin embargo, pese a los esfuerzos de las grandes potencias europeas para mantener el equilibrio y garantizar así la paz, no fue posible superar sus diferencias. Gran Bretaña marca distancia frente a las prácticas intervencionistas de la Santa Alianza y la fuerza del liberalismo y el nacionalismo, impulsaron el tránsito hacia una etapa distinta de relaciones internacionales.

Los movimientos nacionalistas provocaron la liberación de varias naciones, e impulsaron una nueva ola de imperialismo europeo6. Se dice que en este periodo, «el un tanto adormecido colonialismo europeo, forjado en la modernidad, recibe un formidable impulso y se perfila en sus rasgos definitivos que serán los del imperialismo colonial»7. Como señalan Pearson y Rochester, «el imperialismo fue una respuesta a la doble necesidad de pacificar unas gentes inquietas en sus respectivos países y asegurarles acceso a las fuentes de materias primas y los mercados asociados con el crecimiento de la industrialización en los últimos años del siglo xix»8.

Esta expansión europea del siglo xix es atribuida a factores como el desarrollo demo-gráfico y los movimientos migratorios, la revolución industrial, el progreso técnico

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científico y el surgimiento del modelo económico capitalista así como a factores históricos políticos, ideológicos y religiosos9.

Cabe destacar como fuerza que da forma al escenario internacional, la creciente industrialización del siglo xix, la cual, «no solo distorsionó la distribución de riqueza a favor de algunos estados sino que también distorsionó la distribución de poder a favor de los mismos, toda vez que la nueva tecnología económica se tradujo rápidamente en una ventaja militar. [...]. Al finalizar el siglo xix los países europeos controlaban más del 80% de todo el territorio del globo»10.

En 1871, se transformó el equilibrio de poder entre las grandes potencias europeas, «no solo porque se creó un poderoso Estado alemán en el centro del continente, sino también porque aquello alteró profundamente la posición relativa de Austria y Francia»11. Sin embargo, tras la guerra franco-prusiana de 1870, se mantenía el sistema vigente europeo de grandes potencias soberanas, industrializadas y cada vez más poderosas, dominado por el régimen monárquico. El equilibrio continuaba siendo considerado como el garante de la paz por lo que la peor amenaza era la hegemonía de alguno de ellos.

A finales del siglo xix, los poderes europeos seguían dominando el mundo pero, «sus posiciones relativas experimentaron importantes cambios [...], tanto entre sí como en relación con el surgimiento de potencias rivales fuera de Europa»12. Gran Bretaña perdió protagonismo y Alemania y EE.UU. se convirtieron en los grandes centros industriales del mundo. El crecimiento alemán había logrado convivir con el statu quo en la región a través de un complicado sistema de alianzas diseñado por el canciller germano Otto von Bismark. Sin embargo a su salida en 1890 y la Weltpolitik rompen con dicho equilibrio que sumado a factores como la carrera armamentista en la región y las rivalidades coloniales derivadas del desarrollo capitalista entre las potencias europeas contribuyeron al clima de tensión que precede la Primera Guerra Mundial13.

En el 1900 la gran vastedad del mundo se reducía al continente europeo... esta Europa que ejercía un poder tan influyente y que poseía tan gran confianza en sí misma, se había constituido en un lapso no superior a un centenar de años

, recuerda

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Martin Gilbert14. El inicio del siglo xx encuentra un mundo dominado por Europa pero a la vez en su punto de quiebre hacia el debilitamiento de su gravitación en los asuntos internacionales y el surgimiento de nuevos actores no europeos.

Luego de la Primera Guerra Mundial, se evidencia un debilitamiento del poder europeo y «el orden internacional configurado con los Tratados de Paz y garantizado por la Sociedad de Naciones no aportaba la estabilidad necesaria a la Europa de posguerra. Las potencias derrotadas -en especial Alemania- manifestaban una clara voluntad revisionista»15. Si bien se vive un corto periodo de distensión en Europa, basada en un esquema de seguridad colectiva, esta paz era precaria y seguía dependiendo de la actitud de las grandes potencias y de la coyuntura económica16. El periodo entre guerras duró veinte años sin estar exento de tensiones y crisis, las que dan lugar a la Segunda Guerra Mundial cuyo origen es fundamentalmente europeo, aunque se convierte en mundial cuando EE.UU. y Japón entran al conflicto.

A partir del fin de la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la guerra fría, las grandes potencias europeas dominantes...

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