Este Barca ha sido otra cosa.

AutorVergara, Alberto
CargoRUEDA EL BAL

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

A los diez u once años me hice hincha por primera vez de un equipo de fútbol. En realidad no era de fútbol, era de fulbito y se llamaba el "Electrónica". Era un equipo de pericoteros festivos. Jugaban con un solo defensa (que creo se apellidaba Jurado) y el resto de jugadores se divertía sacándole lustre fulbitero a la cancha del colegio Carmelitas en las noches de verano. Los pericoteros eran varios, pero recuerdo sobre todo a los hermanos Rey Muñoz y a quien era mi ídolo máximo, un tal Motta. Una lástima que no vendieran pósteres suyos pues le habría hecho un espacio en la pared de mi cuarto, junto a Cueto, Platini y Maradona. Motta--sacalagua, de ojos saltones, bajito y con un afro estilo Barbadillo y que alguna vez oíera maquinista en La República, pero quién sabe-- era el rey de la huacha: las hacía para defender o para atacar, de ida y de vuelta, largas o cortitas. Y aunque los adversarios se esforzaban para evitar que Motta les pasara la pelota entre las piernas, todos fracasaban en el intento. Motta se las hubiera hecho hasta en un ascensor. Al volver a mi casa de ver aquellos partidos veraniegos, dribleaba muebles, sorteaba libreros, le hacía huachas a las sillas y me veía recibiendo paredes precisas de Motta que yo culminaba en goles perfectos (aunque la verdad es que anotar el gol me daba igual, ya que había aprendido que en el fulbito el gol es lo de menos y la huacha pa'tras es lo de más). Y me tocaba esperar largos días hasta que mi cuadro volvía a golear a rivales parapetados en su propia área, estrategia tan mezquina como realista (¿quién hubiera propuesto algo distinto?), pero, sobre todo, estrategia infructuosa frente aquel danzón sabroso y sobrio (o sea, el danzón) de tacos y gambetas. Para abundar en mi fanatismo, el Electrónica me estaba introduciendo a la lucha de clases pues mi hinchaje se multiplicaba cuando le aplicaba toda su ciencia a algún equipo de blanquiñosos, por ejemplo el muy popular Nike, donde jugaban Chemo y otros representantes del PPC, jugadores que desataban el delirio de las mismas adolescentes que miraban con asco a mis zambos diablos y alzados (pero nunca disforzados).

Es el Barcelona de Guardiola el que ha sacudido el avispero de mis recuerdos de infancia fulbitera. En más de veinte años nunca había vuelto a esperar con verdadero cariño el siguiente partido de ningún equipo. Por lo pronto no me ha sucedido a menudo con Afianza, del que se supone soy hincha (tal vez si mi papá me hubiese llevado a Matute y no al miraflorino Carmelitas la historia sería distinta). Pero este Barça ha sido...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR