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Por Eduardo Lores. Periodista

Ya se ha dicho tanto sobre lo turbio y lo claro -he contribuido con mi granito de arena- sobre los intereses pecuniarios, electorales y judiciales que mueven a los revocadores; sobre los personajes que se esconden tras el telón esperando gran pesca en río (hablador) revuelto -el gordo y el flaco, el locuaz y el mudo-. Pero quizá no se ha dicho tanto sobre los electores que dicen ?sí? sin ser turbios, sin tener intereses escondidos, ni ser parte de un ?gang? mafioso; sobre aquellos que consideran que lo correcto es votar por el Sí porque es su forma de oponerse a la izquierda; es decir, aquellos en quienes el macarthismo puede llegar a ser un estado del alma.

El otro día escuché al señor Castro -no al habanero del puro y las barbas canas, sino al del PPC- comentar sobre las inversiones privadas que ha promovido la actual administración de la Municipalidad Metropolitana de Lima. Comentaba que era una cifra nunca antes vista por su enorme magnitud en tan corto plazo, algo como S/.5.000?000.000. Parecía preguntarse si es que este proceder perturbaría o no a quienes comparten aquel estado del alma. Evidentemente, ni a él ni a su partido les inquieta tan atrabiliaria posibilidad, tampoco a Kuczynski ni a Pérez de Cuéllar, entre otros personajes públicos que nadie podría tildar de izquierdistas.

Sería bueno que reflexionen aquellos que consideran que lo políticamente correcto es votar por el Sí (porque consideran que tumbarse a Susana es la mejor manera de ponerle un detente a la izquierda). Ese ?Sí? podría ser un obstáculo para la honesta inversión privada en infraestructura edilicia, como sostienen dirigentes de la Confiep y del PPC. Por otro lado, es prudente considerar que bloquearle a la izquierda una alternativa moderada de centro...

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