¿Celo o censura de las encuestas electorales?

Históricamente, las encuestas electorales han estado siempre en el ojo de la tormenta, aquí y en el resto del mundo. Sin embargo, a ningún gobierno democrático u organismo electoral independiente se le ha ocurrido poner cortapisas a lo que constituye uno de los principios fundamentales de los sondeos: el acuerdo de confidencialidad entre el encuestador y el encuestado.

De allí que sorprende que nuestro Jurado Nacional de Elecciones (JNE), hasta ahora ponderado e independiente, haya modificado el reglamento del Registro Electoral de Encuestadoras para que estas empresas entreguen el detalle de los nombres, DNI, teléfono y dirección de cada uno de los entrevistados; en otras palabras, muestren sus bancos de datos. Esperamos que el doctor Hugo Sivina, que durante su gestión al frente del Poder Judicial respetó la institucionalidad como base de la democracia, dé marcha atrás en esta medida absurda que pone en riesgo la vigencia de una de las herramientas más importantes para comprender la política y sopesar las preferencias ciudadanas.

Aunque resulten incómodas, nos gusten o no sus resultados, las encuestas son necesarias. Así lo acreditan más de 70 años de vigencia de una metodología aceptada y pertinente (cobertura, universo, formato de las preguntas, margen de error, etc.), desde que Gallup la tecnificó en los años 30 del siglo pasado para captar la fotografía de un momento o identificar tendencias.

Esos objetivos no han cambiado y, por lo tanto, no hay por qué matar a los sondeos ni atribuirles poderes que no tienen.

El JNE debe salvaguardar su papel rector en el proceso electoral que vive el país y resolver esta situación ?con criterio de conciencia?, como se lo señala la Constitución.

No es la primera vez que las...

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