Visiones de la naturaleza

Por Julio Escalante Rojas

Un chamán se convierte en un otorongo de garras afiladas como cuchillos. Las lianas verdes se vuelven anacondas fosforescentes. Vuelan mariposas de colores, aves de todo tamaño, también pequeñas lagartijas. Y en la esquina derecha de esta pintura está su firma: Shoyan Shëca, el nombre shipibo de Roldán Pinedo. Es un trabajo que espera vender pronto y está hecho con pintura acrílica sobre tela. Son materiales nuevos para él, que suele utilizar únicamente colores que él mismo produce mezclando, por ejemplo, agua y arcilla. El chamán que se convierte en otorongo es una visión luego de haber tomado ayahuasca. Roldán Pinedo es un artista que se pone a trabajar al día siguiente de una alucinación. Su recuerdo es una explosión de color.

En Pucallpa, había trabajado como ayudante de cocina de un restaurante criollo y al venir a Lima en 1997 se dedicó a la venta de artesanías, collares, plantas medicinales y también licores de la selva como el siete raíces. Los ofrecía en playas, mercados, caminaba mucho. Vivía en Barrios Altos en un hospedaje donde también se alojaban otros shipibos. Ya tenía un hijo y por eso Lima era una promesa de una vida mejor. Solo una promesa.

En el 2000 fue uno de los primeros en ocupar un espacio en Cantagallo, un terreno que se levanta a orillas del río Rímac. Hoy viven allí unas doscientas familias de origen shipibo. La casa de Roldán Pinedo está en el tercer nivel y para llegar allí hay que subir por una empinada cuesta de piedras y barro. Todas las casas son muy parecidas, están hechas de tablas de madera o planchas de triplay y ocupan un cuadrado de tierra dividido en no más de tres habitaciones. En algunas casas hay baldes con agua esperando al lado de la puerta. Roldán tiene una larga mesa para pintar y en el cuarto cercano hay unas hamacas para dormir. Por la ventana, unos niños observan y cogen de la mesa un frasco de insecticida en spray: hay moscas por todas partes. Roldán les dice que lo dejen, que no jueguen, que eso es veneno. Roldán me pregunta mi nombre y de dónde vengo, cómo me he enterado de su trabajo. Le explico. Él saca de su bolsillo una libreta negra en la que apunta. Es un hombre de pocas palabras.

BUSCANDO EL AMARILLORoldán Pinedo es un pintor autodidacta. Un día, un primo suyo que ya vivía mucho más tiempo en Lima le ofreció hacer algunos trabajos para el historiador Pablo Macera. Se trataba de dibujar animales de la selva. Poco a poco, algunos estudiosos de la cultura...

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