Un virus de confianza

Por Sociólogo y profesor de la Universidad de Lima

Vivimos en tiempos de una pandemia que demanda un alto grado de solidaridad para combatirla y, eventualmente, derrotarla. Pero no se trata de la solidaridad inmediata y cortoplacista que nos lleva, por ejemplo, a donar ropa ante una tragedia. Sino de una de largo aliento que exige lo que los estudiosos del capital social llaman ?reciprocidad generalizada?.Lo más común en toda sociedad es que practiquemos la reciprocidad ?específica?, que normalmente ocurre con las personas más cercanas: familia, amigos, barrio o comunidad. Como su nombre lo indica, se trata de un intercambio de favores directo y mutuamente correspondido. ?Yo te ayudo a techar tu casa y tú me ayudas en mi cosecha?. Tas con tas.La reciprocidad generalizada, en cambio, no es directa ni inmediatamente correspondida. Consiste en una acción beneficiosa dirigida a otros ?terceros desconocidos? que se realiza con la confianza de que será retribuida en algún momento. Por ejemplo, yo me detengo ante una señal de ?Pare? y dejo pasar a un peatón, no porque lo conozca, sino porque confío en que, en algún momento cuando yo sea peatón, otro conductor respetará mi preferencial. Igualmente, uso una mascarilla para protegerme a mí y a los demás, no solo a los de mi entorno cercano. Esto es parecido a un bien público, en el sentido de que, mientras más personas usen mascarillas, más a salvo estaremos todos, incluyendo los que se niegan a ponérsela.Otra demanda social que nos hace el COVID-19 es la que exige solidaridad con los sectores normalmente marginados en sociedades crecientemente obsesionadas con la juventud y la perfección corporal. Si esta fuese una epidemia que atacase a todos con igual ferocidad, los comportamientos sociales serían otros. Pienso, por ejemplo, en la polio y en cómo esta podía afectar a cualquier niño, sin importar su nivel socioeconómico o su procedencia. Al igual que el coronavirus, la mayoría de los infectados de polio eran asintomáticos, y solo el 1% de los casos terminaban en parálisis o muerte. Estas características de universalidad de contagio y probabilidad compartida de desenlace trágico propiciaban la acción colectiva.Por el contrario, en los últimos días, hemos visto a muchos jóvenes estadounidenses saliendo a las calles, bares y playas con arrogante brío, porque saben que las...

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