¿Villanueva o Favre?

Por Juan Paredes Castro. editor Central De PolíticaNuestro sistema presidencialista concentra tanto poder en las manos de quien lo encabeza, que no es fácil, por razones de equilibrio y justicia, contrapesarlo ni redistribuirlo.Peor todavía con los demás poderes debilitados y desacreditados, subordinados e intimidados, como el Legislativo y el Judicial.Ya hemos visto cómo en las últimas semanas bastaron algunas declaraciones duras del presidente Ollanta Humala contra el Grupo El Comercio para que más de un legislador acomedido se sintiera autorizado a movilizar los poderes parlamentarios a favor de una ley de prensa, y para que una jueza timorata alterara plazos y trámites con tal de dar por admitida una demanda que persigue, en el fondo, afectar el régimen de propiedad y mercado de los medios de comunicación.¿Es consciente Humala de la dimensión de este poder presidencial desbalanceado que fácilmente puede hacerlo caer en arrebatos autoritarios? Algo nos dice que no lo conoce bien ni lo sabe manejar. Algo nos dice, también, que no se siente cómodo con la democracia que lo hizo llegar al gobierno ni con las exigencias básicas de esta, como la de ser tolerante con el periodismo independiente y la crítica.Humala parece pensar, como su esposa Nadine Heredia, que el respeto a las reglas constitucionales del poder presidencial peruano es cosa de gringos. Que es normal, digamos, que la primera dama invada funciones ministeriales o que, con ese mismo cargo honorífico, también pueda presidir a la vez un partido político, y que, por último, nadie deba preguntar por el uso que ella hace de los recursos presupuestales y físicos del Estado.La presidencia es un bien nacional público, sujeto a escrutinio ciudadano y a rendición de cuentas. Todos tenemos derecho a saber cómo se usan sus funciones y competencias, así como sus...

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