Entre la vigilia y el sueño: aperturas de la actual narrativa cubana.

AutorBartet, Leyla
CargoPODER Y SOCIEDAD

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

Karla Suárez, una de las representantes de la novísima generación de escritores cubanos, (2) declaró hace poco: >. Más allá de la lucidez que supone, la frase de Karla Suárez podría extrapolarse a la propia producción literaria. Así, la > sería la metáfora de una suerte de realismo extremo y duro (el llamado >) frente a los desgarramientos cotidianos. Y el sueño apostaría por el camino del lirismo, el barroquismo onírico y la imaginación desbordada de muchos de sus narradores.

De lo que no cabe duda es de que, a pesar de haber sufrido el lastre de una temprana, larga y extrema ideologización, la literatura cubana es hoy una de las más prolíficas y diversas del continente. Vale la pena recordar que, durante más de treinta años, los críticos nacionales e internacionales adoptaron la expresión de Fidel > (3) Así, ninguna literatura del continente se vio sujeta a juicios tan limitativos y externos a la creación: la disyuntiva política en la que se vio inmersa la isla desde el 1 de enero del 959 se reflejó en el plano de los procesos estéticos. Cine, teatro, pintura y literatura debieron funcionar como espejos del socialismo en construcción.

Pero la historia escondía sorpresas que nadie adivinaba en los militantes años setenta, cuando en el país no había espacio para forma alguna de disidencia literaria. Antón Arrufat, Eduardo Heras León, el poeta Heberto Padilla, Senel Paz, entre otros, cayeron en desgracia por

La década de 1980 trajo cierta prosperidad y cobijó también nuevas inquietudes y cuestionamientos del proyecto nacional. Esta interpelación al poder se manifestó de modo visible en las artes plásticas (la Nueva Pintura Cubana). Esa década, que se había iniciado con el éxodo de cerca de cien mil personas por el puerto de Mariel, terminó de modo trágico con el juicio y fusilamiento del general Ochoa y otros tres oficiales de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior.

Pero el hecho que más conmovió a la población cubana, y la afectó directamente, ocurrió fuera de la isla y a miles de kilómetros de distancia: la caída del Muro de Berlín y la desaparición del socialismo en Europa del Este. Estos acontecimientos desataron una crisis económica y moral en la sociedad cubana, crisis que modificó también el curso de su narrativa. Algunos, sin embargo, sitúan el inicio de la crisis años antes. Por ejemplo, el crítico cubano Jorge Fornet plantea una hipótesis interesante: el desgaste de la utopía revolucionaria habría empezado en la década de 1970 cuando fracasó la Zafra de los Diez Millones y llegó el momento de poner los pies en la tierra, y hubo que pasar de la emotividad a la racionalidad. Así, entre 1975 y 1976 tiene lugar el llamado > del país. En el plano político esto significaba la búsqueda de mayor organización y en el económico, de una mayor rentabilidad. (5)

A mediados de la década de 1980, los escritores cubanos se encuentran frente a una situación distinta: la crisis del papel limita considerablemente la edición; el tabú de los contactos con editoriales extranjeras o la participación en concursos literarios promovidos en el exterior, empieza a desaparecer.

Por otra parte, tras la caída del Muro de Berlín, se inicia el tránsito hacia una sociedad distinta del modelo diseñado por la Revolución a lo largo de treinta años. Y la literatura cubana, que había vivido casi al margen de los mercados internacionales, tiene que volver a asumir el reto de la competencia, desafío para el que no estaba claramente preparada. Por eso, la primera opción de los escritores de esa generación fue poner los ojos en los concursos internacionales que, además de los montos en divisas que significan, abren posibilidades de publicación en el exterior. Se produce así una verdadera avalancha de intentos, algunos de ellos premiados con importantes galardones. El ejemplo más significativo de este proceso, tanto por su calidad como por la repercusión que alcanzó, fue el cuento de Senel Paz >, que obtuvo el Premio Juan Rulfo, otorgado por Radio France Internacional en 1990. El relato, con guión del propio Paz, fue llevado luego a la pantalla bajo el título de Fresa y chocolate.

Y la experiencia de este autor no fue un caso aislado: entre 1991 y 1995 obtuvieron premios en este concurso los escritores Jesús Díaz, Arturo Arango, Reynaldo González, Miguel Mejides y Reynaldo Montero. En esta misma etapa otros autores obtienen premios importantes: el de poesía Rafael Alberti acordado a José Pérez Olivares; el premio Planeta-México (Joaquín Mortiz) que se lleva Daniel Chavarría con su impresionante El Ojo Dyndimenio; el Luis Cernuda obtenido por Abilio Estévez en...

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