Viaje a las sombras de Punta Hermosa

Por JUAN PABLO LEÓN ALMENARALa camioneta, una bestia empolvada sin placas de rodaje, viaja en dirección este a 80 km/h sobre un terreno arenoso de Punta Hermosa, un distrito en forma de páncreas que va desde el mar hasta el límite con Santo Domingo de Olleros, Huarochirí.Primera regla: ?Por seguridad no bajes tu ventana?. La orden viene desde el asiento del copiloto. El sujeto sentado ahí dice llamarse Lucio. A su lado, un hombre sin rostro maneja el vehículo. Lleva capucha, gorra y lentes oscuros y sigue sus instrucciones en silencio.El sol del mediodía cae pesado sobre el desierto. Segunda regla: ?Si nos intervienen, no hables, yo me encargo?, dice Lucio. A bordo de este vehículo enterrado nos acercamos al territorio más sombrío y desconocido del distrito costero. Se lo conoce como Pampa Pacta y es una zona intangible de 2.000 hectáreas invadida por comuneros, traficantes de tierra, chancherías y mineros ilegales. Pese a estar a solo diez minutos de la playa, pocos ingresan: un distrito con 14 policías, como Punta Hermosa, no tiene logística para controlarlo.Desde adentroLa foto superior que grafica este informe es de la primera garita de control para el ingreso a estas tierras. Un hombre vigila desde arriba. Lucio dice que puede estar armado. Se ven hasta 12 torres iguales a esta, separadas por enormes manzanas de casas precarias sin agua ni luz, donde viven adultos, ancianos y niños. Cinco motos, también sin placas, abordadas por sujetos de chaleco verde, nos observan y nos siguen durante 200 metros. Lucio no trasladaría gratuitamente a dos periodistas a estas tierras prohibidas. Lo que busca desde hace varios meses, según dice, es que la Municipalidad de Punta Hermosa legalice y sanee este terreno ?porque cumple las condiciones?, y quiere demostrarlo. Sin embargo, para el alcalde Guillermo Fernández las condiciones están lejos de cumplirse. Después de tres kilómetros de recorrido zigzagueante llegamos a una ciudad paralela donde reina la ilegalidad. A simple vista, Pampa Pacta parece encarnar una versión limeña del Viejo Oeste, donde en vez de oro, la supervivencia gira en torno a la fiebre de la construcción. A un lado del camino, docenas de camiones repletos de grava, ripio y piedra entran y salen como topos de las canteras clandestinas, mientras que el otro lado de la vía está reservado para los terrenos invadidos.Es aquí donde en abril del 2014 la PNP informó sobre el hallazgo de armas caseras, pistolas, fusiles, granadas, bombas...

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