?La verdad, no obstante, es que a los integrantes del JNE no les correspondía ni les correspondió nunca ser ni héroes ni ?lo con

Por Al servicio del país desde 1839Los anuncios y especulaciones de tachas, exclusiones y renuncias han copado el panorama noticioso electoral y la atención de la ciudadanía. En la novela electoral que vivimos, los capítulos con más ráting tuvieron que ver con la salida de candidatos y los protagonistas fueron los jurados electorales especiales y el Jurado Nacional de Elecciones (JNE). Combinados con el Congreso, estas instituciones han protagonizado un verdadero ?desmadre? (en palabras de Martín Tanaka).Todas las novelas, en especial las malas, deben tener un final. Esta historia, sin embargo, parece no tener cuándo acabar. Solo en esta semana se produjeron tres renuncias de candidatos presidenciales y listas parlamentarias. Hernando Guerra García (alianza Solidaridad Nacional y UPP), Yehude Simon (Partido Humanista) y Francisco Diez Canseco (Perú Nación), junto con sus respectivos partidos, siguen el mismo sendero, sin pena ni gloria, por el que ya habían transitado antes Vladimir Cerrón (Perú Libertario), Daniel Urresti (Partido Nacionalista), Renzo Reggiardo (Perú Patria Segura) y Felipe Castillo (Siempre Unidos).Y aunque como expresión de libertad, no habría por qué impedir una dimisión, lo cierto es que los renunciantes se llevan demasiado premio para el magro papel que cumplieron en la campaña electoral. Como recompensa por su conveniente renuncia lograron conservar la inscripción de sus partidos políticos, gracias a la puerta de escape habilitada por la muy cuestionada Ley 30414, vigente desde enero de este año. Se compraron un boleto de lotería, no salieron elegidos y, aun así, les devolvieron el dinero de la compra para probar suerte más adelante.Como resultado, a escasos ocho días de las elecciones, es probable que, mirando las bajas esperanzas que las últimas encuestas deparen para varias candidaturas, el elenco de renunciantes con las mismas consecuencias benevolentes se incremente. Ni siquiera nos pudimos ahorrar el papel de la cédula de votación, que tendrá el doble o triple del tamaño que hubiera tenido si los postulantes hubieran sido más humildes con sus aspiraciones y posibilidades y, sobre todo, si por lo menos se hubiera fijado una fecha límite razonable para que terminen con su...

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