Unos que se van y otros que llegan

Por carlosContreras CarranzaEl Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta. Habitualmente presumimos de ser un país hospitalario. El Estatuto Provisorio de 1821, con el que comenzó nuestra vida independiente, concedió, por ejemplo, la preciada ciudadanía peruana a todos los que ?hayan nacido o nacieran en cualquiera de los estados de América que hayan jurado la independencia de España?. Claro que este documento lo dictó el argentino José de San Martín para no pasar por libertador extranjero y tal vez no reflejó el pensamiento de la, digamos, auténtica peruanidad. Lo cierto es que relativamente aislados del mundo como hasta hace poco hemos estado (el canal de Panamá apenas ha cumplido un siglo), a trasmano de Europa y lejos de Estados Unidos, y con pocos recursos naturales libres para ofrecer (tierras de cultivo, por ejemplo), históricamente nuestro país se ha visto privado del regalo de los inmigrantes. Si descontamos a quienes arribaron de manera forzada, como esclavos (como los negros africanos durante la época colonial o los nativos de la Isla de Pascua durante los años del guano), los flujos de extranjeros que hayan alcanzado cifras importantes entre nosotros son realmente excepcionales. Tal vez por eso ahora que llegan los venezolanos nos ponemos tan chunchos. El primer flujo fue el de los conquistadores españoles y los colonos del mismo origen que desembarcaron por estos lares entre los siglos XVI y XVIII. A pesar de que éramos una colonia hispana, estos inmigrantes nunca llegaron a representar más de un octavo de la población. Y esto incluyendo a sus descendientes criollos, porque sin ellos probablemente no pasaban del 5%. Los viajes desde la península eran por aquellos tiempos largos y costosos. Las partidas a ?las Indias? estaban muy controladas y por aquí tampoco había muchas colocaciones para ellos. Las tierras, minas e indios que pagasen tributo habían sido repartidos por los primeros colonos, y sus descendientes no estaban por la labor de compartir. En un tiempo en que la población del Virreinato tuvo en promedio un millón de habitantes, no hubo en el Perú más de cincuenta mil peninsulares. El siglo XIX fue el turno de los chinos. Su arribo comenzó en 1849 y estuvo rodeado de fuerte polémica por tratarse de hombres de...

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