Unión Soviética: ¿planificación o libertad?

Por Historiador y profesor de la PUCPEl Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta. La revolución bolchevique, iniciada en Rusia hace cien años como corolario del derrumbe de la autocracia de los zares, fue uno de los grandes hechos de la historia del siglo XX. Junto con las guerras mundiales y la Gran Depresión modelaron un orden global que en sus líneas maestras sigue todavía vigente, como lo demuestran la hegemonía de Estados Unidos, la existencia de un liderazgo alternativo en torno a países del bloque oriental (como Rusia y China) y el funcionamiento en las economías maduras de un régimen híbrido entre el capitalismo liberal y el socialismo, conocido como estado de bienestar.La revolución liderada por Lenin se planteó una doble meta, que volvía su empresa francamente colosal: de un lado, sacar a la economía rusa del atraso en que se hallaba frente a los países del occidente europeo, Estados Unidos e incluso Japón; de otro, evitar la desigualdad económica, social y política que el desarrollo del capitalismo traía consigo, entre una clase propietaria y la masa de obreros y campesinos. Es más, el programa revolucionario incluía un tercer objetivo, que era la entrega ulterior del control del Estado a esta población trabajadora.Esto último nunca llegó a ocurrir y hoy nos preguntamos si fueron cínicos o ingenuos los hombres de hace un siglo al sostener, o pensar, que los millones de trabajadores rurales y urbanos, procedentes de distintas regiones y culturas, podrían ser representados en un gobierno en el que los burócratas no abusasen de su mayor información y control de las instituciones públicas. ¿Hubo algún resultado positivo en las otras metas? La respuesta es algo ambigua. En materia de crecimiento económico, la Unión Soviética (nueva denominación adoptada para el país por la revolución) puso en marcha un gigantesco experimento que fue un régimen de planificación central operado mediante un sistema de comandos. En este no hay mecanismos de mercado (como la oferta y la demanda) que coordinan espontáneamente, sino órdenes que se transmiten piramidalmente desde un poder central: las fábricas deben producir equis cantidad de artículos para ser entregados a tales consumidores, para lo cual se ordena a otras fábricas que las provean...

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