El ultimo trip del doctor Thompson.

AutorParedes Oporto, Mart

--Oye --dije--. Soy doctor en periodismo. Miedo y asco en Las Vegas

La madrugada anterior a la nochebuena de 1977, sentado frente a una máquina de escribir, solo, en las oficinas de Rolling Stone, en el piso 28 de un edificio en la Quinta Avenida de Manhattan, frente a The Plaza Fountain, Hunter S. Thompson sintió deseos de lanzarse al aire y caer, limpiamente, los doscientos metros que lo separaban del pavimento. Escribía el prólogo a sus obras completas, los >, una colección de descarnados reportajes publicados durante las décadas de 1960 y 1970. Podría haber estado escribiendo su propia lápida y saltar al vacío, impecable, honesto, siguiendo un profundo impulso autodestructivo, impulso que fue el motor de su vida. >. No lo hizo en ese momento; terminó de escribir, tomó el tren y fue a pasar las navidades en casa. El error fue subsanado el domingo 20 de febrero en su casa de Woody Creek, Colorado. Su hijo Juan, que lo encontró la mañana del lunes, solo dijo: >.

EL ESTILO ES EL HOMBRE

De Thompson se pueden decir--y se han dicho siempre-- muchas cosas: un tipo violentamente impredecible, icono de la contracultura estadounidense, experto en armas, el viajero de todas las sobredosis que cualquier cuerpo humano haya soportado, héroe maldito del periodismo, entre otras. Todas ellas son ciertas, pero lo importante es que, en su vasta obra, arte y vida fueron inseparables, estaban unimismadas en textos que elevaron el periodismo como un género literario. Recientemente, otro gran periodista estadounidense, Toro Wolfe, el sumo sacerdote del Nuevo Periodismo, escribió que la vida de Thompson, como su obra, fue un alarido largo y salvaje de libertad y parodia de todas las convenciones sociales que comenzaron en la década de 1960.

Thompson era como escribía: desbordado, enloquecido, violento, un hijo de puta que llevaba (y llegaba) hasta el límite sus bizarras percepciones embalado con ingentes cantidades de alcohol y explosivos cócteles de drogas. Thompson inventó el >, aquella manera de relatar la realidad en la que era necesario que el autor esté en el epicentro mismo del relato, sea parte desencadenante de la historia, azuzándola, reconstruyendo las emociones con la percepción siempre alucinada para concluir con una escena final con riesgo de la integridad física: vivir para contarla. No había otra manera de acercarse a cubrir una historia. Con ello, ponía en evidencia las debilidades y los límites de la manera tradicional de narrar, y en aprietos a quienes osaban pedirle colaboraciones. Pero no cualquiera podía hacerlo. >. Era una forma ética y honesta de escribir, conociendo in situ, de primera mano, lo que se narra. En la contratapa de su libro Miedo y asco en Las Vegas (1971) decía: >.

SÍGANME LOS MALOS

La reportera E. Jean Carroll, autora de la biografía Hunter. The Strange and Savage Life of Hunter S. Thompson (1993), tuvo el extraño privilegio de comprobar la aterradora rutina diaria de Thompson. Chicos buenos, abstenerse:

3:00 p. m. Levantarse.

3:05 p. m. Un Chivas Regal con los periódicos de la mañana y un cigarrillo Dunhill.

3:45 p. m. Cocaína.

3:50 p. m. Otro vaso de Chivas Regal y un nuevo...

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