La Trinchera, un campo de batalla.

AutorDiez, Jonathan
CargoEl f

El tráfico se apodera de la avenida Petit Thouars. Los conductores reniegan y tocan el claxon como locos. Revendedores corriendo de un lado a otro con decenas de entradas en las manos intentan colocarlas al doble del precio oficial. Falta media hora para que Universitario enfrente al poderoso Vasco da Gama de Brasil por los cuartos de final de la Copa Sudamericana. Los caballos siembran las calles con excrementos y los policías, apostados en las esquinas, observan expectantes a los peligrosos barristas que van llegando en mancha. Las tiendas cierran. Los ambulantes guardan las camisetas que no pudieron vender. Las casas de los alrededores del Estadio Nacional se sumergen en el miedo. La Trinchera Norte ya calienta la garganta.

El 2011 fue un año aciago para Universitario. Deudas de meses acumuladas. Mentiras a los jugadores que juegan con una rabia interior que los hace más salvajes y agresivos en cada quite, en cada barrida, en cada grito de gol. Cheques sin fondos. Ir y volver a casa en taxi por ahorrar los soles de la gasolina. Jugar dos partidos seguidos con el equipo de reserva. Camisetas con los números pintados con plumón en las espaldas. Nada más cercano a un equipo de barrio.

Pero en la cancha nada de eso importa. Son once contra once. El balón rueda y el que se apodera de él se lleva los aplausos de los presentes y el que lo pierde corre a su posición en medio de las mentadas de madre. Porque la cancha es como la cama para los amantes: se debe desfallecer en cada movimiento, en cada barrida, en cada gota de sudor.

Los hinchas corren desesperados hacia la puerta norte del Estadio. Hay que estar atento para que nadie te robe la billetera, el celular o la entrada. Caras cortadas, tatuajes y miradas violentas en los ojos de los barristas. Algunos toman alcohol barato en botellas de Pepsi y otros fuman tronchos caleta, pero todos sienten la ansiedad de ver ganar a la U y dejar la garganta en el intento.

Ir a un partido de fútbol es participar en la catarsis de los gritos. Se va al estadio a desfogar, a eliminar las impurezas del espíritu. Aquí, en la Trinchera, la identificación de los hinchas con Universitario es tan fuerte que no dejan de insultar a todos los enemigos: los cagones y los pavos son balas que se disparan para amilanar al contrincante. Ser de un equipo de fútbol y estar en su territorio es una identificación cultural que traspasa generaciones.

La Trinchera Norte se organiza en el túnel para entrar todos a una sola voz...

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