La tragedia en la selva olvidada

Por ENRIQUE VERA Enviado especial

El deslizador encalla entre los bloques de tierra y Patrick, de 10 años, echa una ojeada al río Huallaga desde el conjunto de tablones caídos que antes era su casa. Viste una camisa de colegio y está descalzo. Detrás de él, sus tres hermanos menores juegan dentro de una larga grieta abierta en el suelo. En esta hendidura han quedado parte de sus camas y los palos que sostenían la hamaca donde dormía su madre, Magarith Sangama Dirama.Lunes 27 de mayo. Ha pasado un día del terremoto de magnitud 8 que sacudió Loreto. Cada una de las 11 casas del centro poblado Seis de Enero, en el distrito de Santa Cruz, Alto Amazonas, muestra el mismo cuadro de destrucción y penuria en medio de los platanales que las separan. Este es el caserío más pequeño y más pobre de los 42, enclavados al borde del Huallaga, que pertenecen a Santa Cruz.Hay que hacer al menos tres horas de viaje fluvial desde la ciudad de Yurimaguas para llegar. La temperatura ahora no baja de 33 grados, pero eso a Patrick y a sus hermanos parece no importarles. A ratos corren a las faldas de Magarith y le preguntan si ya preparó el pescado. Son las 12:34 p.m. Será su primera comida del día y quizá la única.La grieta que ha tragado las cosas de Magarith Sangama es la misma que partió el colegio situado a un extremo del pueblo. Pero el terremoto ha formado más aberturas en aquella orilla del Huallaga. Ahí se han hundido cultivos de yuca o maíz, y otras casas ?todas de madera y palos? derribadas por el sismo. Las 39 personas de esta comunidad viven de la pesca y la siembra; es decir, su factor de subsistencia también ha colapsado.Lo peor, dice Donald Grandez, teniente gobernador del caserío, es que las canoas de la población se quebraron al cuartearse la ribera y ahora no tienen cómo salir del caos. Para llegar a la posta más cercana, en Santa Cruz pueblo, la capital del distrito, los vecinos de Seis de Enero tenían que remar casi dos horas: sus hijos sufren con frecuencia de enfermedades estomacales por el contacto con el río. Ahora mismo hay dos niños con cólicos. Grandez cree que su pueblo será siempre un punto imperceptible en el mapa; que nunca llegará el agua potable, la radio o la televisión; que nadie sabrá lo que allí se sufre aunque volviera a ocurrir otro desastre.?Testigos de una pesadilla?Magarith Sangama azuza el fuego en cuclillas. ?Estamos cocinando en la tierra porque el suelo se ha partido?, dice. La madrugada del sismo, cuando todo en Seis...

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