Todo el dolor que una donación puede extinguir

Por pierina chicoma castroJaqueline tiene 15 años, pero aparenta 10. Una parálisis cerebral ha detenido el crecimiento de su cuerpo, pero no ha mermado su alma valiente.Son las 11 a.m. de un día más de tratamiento en la clínica San Juan de Dios, en el distrito de Ate. Su sesión terapéutica está por terminar. Ella sonríe. Sus extremidades contraídas le impiden moverse con facilidad. Los sonidos guturales que emite pueden confundir a quien recién la conoce.En ese momento, llega a recogerla su madre, Olinda, y ambas se funden en un beso largo. Jaqueline tiene fuerte voz y un corazón tierno, aunque ella no lo pueda describir en palabras.Antes de marcharse con su niña, Olinda abraza a la terapeuta Geraldine Zavala y le agradece. Con sus manos se cubre el rostro, pero sus lágrimas escapan.Jaqueline no puede caminar y su lenguaje es limitado. Por eso, Geraldine debe emplear diversas técnicas convertidas en juegos para que su paciente aprenda a controlar sus movimientos y su postura.Jaqueline es una de los mil menores con problemas motrices y de ortopedia que el área de rehabilitación de la clínica recibe diariamente. Olinda dice que alberga la esperanza de ver caminar a su hija. Entonces, empuja la silla de ruedas y se van del pabellón. La silla no le pertenece. La clínica solo se la presta para movilizar a la pequeña en sus instalaciones. Olinda no puede comprarse una porque el dinero se le va en pasajes de taxi. Ir y venir de Los Olivos a Ate tres veces por semana afecta demasiado su...

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