Nuestros territorios

Por Juan Manuel Robles

El lunes, unos tipos se agarraron a balazos en Miraflores. Si uno de ellos hubiera sido terrorista, a la mañana siguiente Lima habría amanecido con miedo y titulares estridentes. Pero no son terroristas, son hampones, y entonces la gente no se preocupa mucho pues entiende que esa es la forma que esos individuos tienen de hacer negocios, de cuadrar la contabilidad: que la competencia entre ellos genera destrozos del mismo modo en que una pelea íntima entre Optimus Prime y Megatrón dejará bocarriba algunos autos. Cuando un terrorista hace una intervención en la vida pública, la gente contextualiza, interpreta, condena. Cuando un sicario del narcotráfico comete un crimen, la conmoción es pasajera, ajena, fría. Nadie conecta el hecho con el pasado ni con el futuro.

Años de sangre, de sesos desparramados y muñones rojos, tendrían que habernos sensibilizado frente a la violencia como medio. Pero me da la impresión de que no, de que aceptamos con facilidad aquellas realidades paralelas en las que la muerte es parte del esquema de negocios. No exigimos que las balaceras y ejecuciones se tomen como lo que son: una amenaza a la paz.

Una visión fanática del libre mercado hace a algunos creer que el Estado es tan inútil que no necesitamos su intervención. El pensamiento parece ser este: las bandas tienen controlados ciertos territorios, pero yo, gracias a mi trabajo y a mi éxito, no me muevo por esos...

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