Mañana terremoto en Lima (y balnearios)

Por Josefina Barrón. *

Temblarán los tabladillos, las limeñas coquetas en sus calzoncitos amarillos ?que los hay en Gamarra para todo tipo de pierna y encuentro?, temblará el suelo cuando la cumbia cunda, cuando el DJ arranque, cuando la salsa arda. Esperaremos un nuevo amanecer juntos, pero nunca revueltos, los limeños. Se romperá el cielo cuando la pólvora despegue osada, mentirosa. Habrá alguien que deje un dedo, un ojo, un hijo, un pedazo de vida con el año que se va, porque la seguridad, la carretera, la calle, seguirán siendo un albur, un fenómeno de nuestra informalidad, un sueño, un ideal, como la tolerancia cero, las multas al peatón faltoso, el respeto a la policía y el recojo de basura en Comas, que cada día huele peor.

Temblará Susana de no saber cuánto tiempo le queda y si el Rímac al fin deja de amenazar con desbordarse de su estrecho cauce. Será la cerveza la que inunde, el espumante hecho mujer el que llueva sobre el desierto para llenarlo de vida, porque otra vez, como el año anterior, la Panamericana Sur será una tanda comercial, una sucesión de traseros de dos metros de diámetro a la par que promesas de una vida digna, lujosa, llena de glamour y licor. Temblarán los muimuyes, los cangrejos. Harán su agosto en enero los barquilleros, los heladeros, los banqueros de segundo piso, los que venden libros pirateados, seguros de vida y carros coreanos, porque una vez más haremos del mar de Lima un mar de estrategias para sobrevivir, teatro de las vanidades, coto de caza y mercadillo en yate, en cámara de llanta, en pititabla si es que aún existe, a puro pechito, en playa Yuyos, en Asia que ya no es Eisha, en San Bartolo, en Señoritas, en mi entrañable Ancón.

Temblarán, como el año anterior, los pavos en la vía pública, a diez soles serán ofrecidos...

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