Susan Sontag: el estilo y la sustancia.

AutorElmore, Peter
CargoCULTURA - Obituario

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

Afines de 2004, cuando el frío ya arreciaba en Nueva York, murió en la ciudad donde había nacido la intelectual estadounidense más importante de la segunda mitad del siglo XX. Cosmopolita, versátil, asombrosamente culta y a la vez comprometida con su tiempo, Susan Sontag era una figura de excepción: ensayista de fuste y novelista considerable, Sontag no era ni maestra universitaria ni figuraba en la planilla de ninguna empresa periodística o editorial. A su independencia intelectual la complementaba, de un modo insólito hoy en día, la condición de freelance. Como Walter Benjamin, el gran ensayista de Iluminaciones, Sontag trabajó siempre en los proyectos que la involucraban y la seducían, sin ceder a los plazos perentorios de las redacciones o a los protocolos de la cátedra. No se trataba de una rentista, al modo de Proust, ni era su firma tan lucrativa y prolífica como lo fueron, en su momento, las de Karl Kraus o Joseph Roth, para mencionar autores de culturas que ella conoció minuciosa y apasionadamente. Sin duda, un trabajo estable --y, con él, el beneficio de un buen seguro de salud-- hubiera facilitado la existencia de quien debió luchar contra un cáncer que, con treguas y recaídas, fue el acompañante y adversario de sus años maduros.

En La enfermedad como metáfora (1978), Sontag ---de un modo que le fue característico-- convierte en estímulo intelectual la circunstancia de la propia vida. La tuberculosis y el cáncer son las dolencias cuya huella en la cultura moderna examina, con curiosidad y perspicacia, la ensayista. A ese breve libro se le suma años más tarde, para formar un díptico, El Sida y sus metáforas (1989). Sontag hace notar que la tuberculosis, filtrada por la sensibilidad romántica, fue en el siglo XIX un mal que volvía visibles los rasgos --delicadeza, vulnerabilidad-- que distinguían a las subjetividades más finas. El cáncer, por su parte, se representa en el siglo XX como la manifestación extrema y letal de lo cuidadosamente reprimido, de aquello que se guarda en el interior del cuerpo y la conciencia: un célebre poema de W. H. Auden, por ejemplo, sirve para ilustrar esta posición. Ya en El Sida y sus metáforas, la autora observa que en la imagen pública de esa enfermedad convergen dos imágenes: la del cáncer como invasor del cuerpo (al cual, por tanto, hay que combatir casi militarmente) y la de la plaga medieval. La posición de Sontag frente a los usos metáforicos de la enfermedad --y, sobre...

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