Sumas y restas

Por Luis Davelouis Lengua. PeriodistaMarcial trabaja desde que tenía 18 años. Empezó en la fábrica de alfombras de su padrino, a comienzos de los años 70, cortando y enrollando mientras estudiaba Administración de Empresas. ?Entonces, eso estaba bien?, recuerda. Nadie se quedaba a trabajar más allá de las siete de la noche y, si por cualquier urgencia era necesario que alguien se quedase (a él jamás le tocó), la empresa le pagaba la comida, las horas extra y la movilidad. ?Nadie se queda en el trabajo por gusto, te quedas porque algo tienes que hacer para la empresa, es lógico?, me contaba. Sí, uno podría argüir que quien se queda hasta tarde buscando cobrar horas extras no hace lo que le corresponde hacer en las horas establecidas y la empresa remunera el mismo trabajo por el doble del costo. El abuso de este ?derecho? (el entrecomillado es porque nunca debió ser un derecho, pues cuando estos no son fundamentales, terminan siendo declarativos) motivó su desaparición. Sucedió lo mismo con los sindicatos: la dirigencia sindical estaba enquistada en la empresa cobrando sueldos sin trabajar y, mucho peor, no hacía ni dejaba hacer bajo la amenaza de paralizar toda actividad secuestrando a la empresa (como los Republicanos con su gobierno). Y parece que era cierto. Entre 1992 (cuando desaparecieron) y el 2009, la productividad (en estricto, la productividad total factorial) en el Perú creció 2,1% por año; el triple que la tasa global para el mismo período; una de las razones que mejor explica el crecimiento económico de los últimos 20 años. Muy bien, sí, pero ha...

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