El sudor, ese incomprendido protector del cuerpo

Por Tomas Unger. Divulgador científico

La llegada de la sonda de la NASA Curiosity a Marte y los últimos Juegos Olímpicos de Londres 2012 interrumpieron nuestra serie sobre la piel. Esta semana le ponemos punto final describiendo sus otras funciones y variantes menos evidentes.

La piel, evolucionada durante cientos de millones de años, nos protege de la fricción, infección, rayos solares y controla la temperatura del cuerpo. Cuando esta es excesiva, el organismo tiene que radiar calor. El perro lo hace por la lengua y el elefante por sus grandes orejas. El hombre tiene un mecanismo más complejo: el sudor.

Todo organismo debe conservarse dentro de un rango de temperaturas bastante estrecho. Nuestro cuerpo está entre 36,1 °C y 37,2 °C. Los límites que soportamos no están muy lejos. Por encima de los 43,33 ºC sobrevienen hemorragias que producen la muerte; por debajo de los 26,3 ºC falla el corazón. Más allá de su tamaño, edad o clima que habita, la temperatura de la inmensa mayoría de humanos varía en más de un grado. Esto demuestra la importancia y la eficiencia de nuestro control térmico.

Este mecanismo se inicia en nuestros órganos internos*, en especial el hígado, los riñones y el corazón, que producen calor que la sangre distribuye por el cuerpo. La actividad, el reposo, el clima frío o caliente, el abrigo o falta de él determinan cambios en el flujo del calor.

Flujo y tamañoEl calor fluye de lo más caliente a lo menos caliente, y la velocidad con que lo hace depende de la diferencia de temperatura. A mayor diferencia, más rápido nos enfriamos, perdiendo calor por radiación a la atmósfera a través de la piel. La relación entre el tamaño del cuerpo y la superficie de radiación favorece a los animales grandes, porque al aumentar el tamaño el volumen crece más rápido que la superficie** y la superficie de radiación es menor en relación al volumen total.

El animal, cuanto más grande, pierde menos calor en relación con el tamaño de los órganos que lo generan. Por esta razón los animales pequeños comen más con mayor frecuencia, tienen espeso pelo y no viven en regiones árticas. Por el mismo motivo, los mamíferos polares tienen mayor tamaño que los de climas menos fríos y es la razón por la cual los niños son más susceptibles a enfriarse y necesitan alimentarse con más frecuencia que los adultos.

El reguladorLas arterias que llevan la sangre a la piel pueden dilatarse o contraerse, un proceso que acelera o retarda la transferencia de calor a...

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