Simpatia por el demonio.
| Autor | Toche, Eduardo |
| Cargo | PODER Y SOCIEDAD |
[ILUSTRACIÓN OMITIR]
Pleased to meet you Hope you guess my name But what's puzzling you is the nature of my game
VARIACIONES SOBRE EL MISMO TEMA
Culminó la primera etapa del proceso electoral con un resultado que para algunos podría ser inesperado, aunque, visto ahora en perspectiva, no debería considerársele así. El país volvió a mostrar casi la misma partición electoral vigente desde la década de 1970. Es decir, un aprismo exhibiendo su musculatura de siempre en el norte; una Lima más bien derechista volcándose ahora hacia Unidad Nacional cuando antes lo hacía hacia el Partido Popular Cristiano el que, a su vez, heredó los predios del odriísmo; y el sur transitando desde el optimista reformismo del primer belaundismo, el conservadurismo del segundo, luego hacia la izquierda a mediados de la década de 1980, para convertirse posteriormente en el bastión fujimorista de los noventa, tener una fugaz y decepcionante experiencia con Toledo y, ahora, esperando ser interpretado por el humalismo.
Estas tendencias electorales también tuvieron sus excepciones y no fue fortuito que inauguraran coyunturas --unas efímeras, otras más estables-- de relativo fortalecimiento del sistema político. En 1985, Alan García supera por única vez el tercio aprista y gana abrumadoramente las elecciones sin ir a una segunda vuelta, porque parte de la izquierda, con la cual debía competir, la consideró innecesaria, inaugurando así dos años expectantes que no presagiaban la catástrofe final. Diez años después, Fujimori obtiene porcentajes plebiscitarios que marcaron el aplastamiento de los partidos políticos y la consolidación de su esquema neoliberal autoritario. En ambos casos, la geografía electoral del Perú varió para casi homogeneizarse con los colores triunfadores.
Por otro lado, las últimas elecciones parlamentarias han traído sorpresas. No se estimaba que la votación por la lista de Humala iba a ser tan grande, pudiendo ser la primera mayoría relativa del próximo Congreso. En esta línea, hay que prestar atención a la naturaleza de la votación humalista para el Parlamento, y si ella estaña evidenciando una gran autonomía de sus representantes que haría difícil disciplinarlos como bloque. Más aún, si Humala pierde la segunda vuelta todo parece indicar que el grupo congresal humalista se desintegraría paulatinamente.
Para el caso, los antecedentes también son bastante ilustrativos. Tanto en la organicidad de los bloques parlamentarios como en la construcción de estabilidad, Belaunde y García tuvieron mayorías absolutas y disciplinadas en el Congreso. Entre 1990 y abril de 1992, Fujimori no la tuvo y fue deteriorando la relación con el Legislativo hasta cerrarlo con el autogolpe de 1992. Meses después convocó al Congreso Constituyente Democrático en el que se manifestó una correlación ampliamente favorable a su gobierno, situación que se reprodujo con el Congreso elegido para el periodo 1995-2000. La crisis política de finales de 2000 descompuso la mayoría fujimorista y tuvo como desenlace la huida de su líder a Japón.
Restablecida la democracia, el presidente Toledo obtuvo una precaria mayoría congresal con el concurso del FIM. Aun así, sus operadores parlamentarios --los poquísimos con habilidad con que contaba-- debieron multiplicar sus esfuerzos para evitar que el Legislativo se condujera por una vía francamente opositora y hasta desestabilizadora. Recordemos las numerosas ocasiones en que se estimó la conveniencia de la vacancia presidencial y que la Presidencia de la República, ante la falta de idoneidad de los vicepresidentes, recayera en el Presidente del Congreso.
La trayectoria del voto para el Parlamento, entonces, marca una tendencia al fraccionamiento --lo que, en teoría, no debería afectar la estabilidad democrática-- acompañada de una creciente pérdida de calidad de sus componentes...
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