La selva se ahoga conlos derrames de petróleo

Por Francesca garcía delgadoEnviada especial Texto

Si vivir otra realidad dependiera de él, Juan Taantiwi elegiría estar en Lima para ver por televisión la final de la Copa América. ?Estudio Construcción Civil y trabajo allá hace años. Me pagan bien?, dice. El joven awajún de 25 años avanza con destreza entre la espesura del bosque, esquiva ramas, saca una y otra vez los pies del fango denso por la lluvia y, en su ruta hacia la zona cero del último derrame de petróleo en esta porción de selva loretana, se da tiempo para advertir de no tocar los árboles por las isulas, hormigas típicas de la Amazonía que son famosas por su potente picadura.Es la mañana del sábado 6 de julio. Hace una semana, Juan dejó en pausa sus estudios y trabajo para regresar de emergencia a Nuevo Progreso, su comunidad nativa de origen ubicada en el distrito de Manseriche, provincia de Datem del Marañón (Loreto). El 18 de junio, una fisura en el kilómetro 237 del ramal norte del Oleoducto Norperuano causó la fuga de un volumen aún no determinado de petróleo. El crudo salió a borbotones y con violencia desde un metro bajo la tierra y manchó de negro el aguajal, las plantas y se extendió hasta la quebrada Numpatkaim, la única fuente de agua para las más de 30 familias que viven en Nuevo Progreso. ?Estamos sobreviviendo solo con yuca, plátanos y agua de lluvia porque nuestros animales están contaminados?, gritaba Juan Taantiwi horas antes al borde de la quebrada llena de petróleo. A unos pocos metros de él, las barreras de contención de plástico colocadas por la empresa Petro-Perú, operadora del oleoducto, retienen una parte del crudo pero las manchas oleosas avanzan sobre el agua desprendiendo un olor intenso. El líder indígena de la comunidad, Sabino Escalante, relata que el día del derrame un comunero se percató del desastre. Caminó por más de un kilómetro en dirección al olor y luego le bastó seguir las manchas negras. Dieciocho días después, ese olor metálico aún es intenso, incluso a una hora y media de distancia a pie del punto cero. Algunas de las personas que hoy van en la expedición encabezada por Juan Taantiwi, incluidos dos periodistas de El Comercio, sienten picazón en los ojos y náuseas.?Sin agua no podemos vivir. Nos sentimos prácticamente muertos?, describe Sabino mientras mantiene el equilibrio sobre el ducto que quedó expuesto tras el derrame. Cinco hombres con mamelucos blancos, botas, guantes y lentes especiales construyen un pórtico de madera para...

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