¿Por qué seguimos sin estar preparados ante los desastres naturales?

AutorDenisse Rodriguez Olivari

En un seminario dictado por el Premio Nobel en Economía, Bengst Holm strom, al hablar sobre la estructura incentivos en contratos, negocios, universidades, incluso en políticas que promueven la transparencia, trae a colación una frase del excongresista estadounidense Barney Frank: "Nadie es reelegido por evitar una crisis". Esta frase ilustra por qué a pesar de ser extremadamente vulnerable a las crisis sanitarias y naturales seguimos sufriendo las fatídicas consecuencias del pobre manejo de riesgos por parte de nuestras autoridades.

Una crisis siempre representa una oportunidad de incrementar popularidad entre los políticos. No es gratuito que circulen fotos de expresidentes recorriendo el país en botas y en medio de inundaciones a través de las décadas. Existen escasos incentivos para invertir en prevención y mitigación de riesgos, junto a una suma de factores de siempre en Perú y en el mundo, que nos llevan al mismo punto de origen: la corrupción.

En general, la corrupción es percibida como un delito sin víctimas. Sin embargo, identificar la agencia de las personas envueltas en tomas de decisión corruptas y las víctimas toma tiempo. En un estudio publicado en Nature, la publicación académica de divulgación más prestigiosa del mundo, se demuestra que el 83% de todas las muertes por derrumbe de edificios en terremotos entre 1980-2010 ocurrieron en países con alto índices de corrupción (Ambraseys y Bilham, 2011). Esto explica, en gran medida, por qué terremotos de magnitudes significativas siguen acarreando nefastas consecuencias en diversos países como Perú, Indonesia, China, Irány, más recientemente, Turquía. Edificios mal construidos, la falta de regulación y cumplimientos de normas de construcción y uso de materia les de mala calidad son una serie de signos prevenibl de irregularidades y corrupción en los procesos de urbanización a nivel global.

Sumado a ello, accidentes humanos totalmente prevenibles como la explosión en Líbano en 2020. En agosto de dicho año, explotó una gran cantidad de nitrato de amonio almacenado en el puerto de Beirut. Es considerada una de las explosiones no nucleares accidentales más poderosas de la historia y ocasionó 218 muertos, siete mil heridos y quince mil millones de dólares estadounidenses en daños a la propiedad, además de dejar un saldo estimado de 300 mil personas sin hogar. El Gobierno libanés declaró un estado de emergencia de dos semanas en respuesta al desastre. Posteriormente, estallaron...

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